Helena:
Claramente había cometido un grave error. No tenía que haber arrojado esa roca en dirección a la ventana porque ahora existía la posibilidad de que los lobos de esa manada salieran a buscarme.
La ventaja era que estaba perfectamente oculta. La desventaja era que tenía que comenzar a moverme ya que sí me quedaba mucho tiempo en mi ubicación ellos podían detectar mi olor y si es que ya no lo habían hecho.
Después de admirar orgullosamente el caos que había provocado, decidí correr por el bosque sin mirar atrás. Lo más seguro era que los lobos de esa manada estaban detrás de mí o buscando rastros de mí.
—¿Te vienen siguiendo?— Preguntó Elim, viéndome entrar en la cueva en mi forma de loba, —¿Qué has hecho, Helena?
—Lo que tú no has hecho en tu vida.— Contesté de forma directa, —Le estaba dando una advertencia a la manada de la infeliz de Cloe.
—Pero por lo que puedo ver las cosas salieron mal o estoy equivocado.
—Al momento de lanzar la roca lógicamente la manada debe acti