Sólo pudimos dormir un par de horas antes que Milo me llamara para desayunar.
—¿Adónde vas tan temprano? —pregunté al ver que Risa se levantaba también.
—Los baños —murmuró, obligándose a dejar la cama con un suspiro fatigado—. Me temo que hoy tendré que pasar el día allí.
—Te amo, mi pequeña —susurré tomándola en mis brazos.
—Y yo a ti, mi señor.
Me eché encima mi bata, recogí mi ropa apresurado y la dejé para que pudiera descubrir sus ojos y vestirse tranquila.
Poco después bajaba a reunirme con mis hermanos, rumiando lo último que me dijera Risa. Si estaría en los baños desde temprano, la hallaría allí cuando fuera con mis tíos y sus lugartenientes. Entré a mi estudio respirando hondo. Mejor que me preparara para verla consentir a otros sin que me ganaran los celos.
Y fue una suerte que me preparara mentalmente para ese momento, porque mi tío Artos la descubrió de inmediato entre las sanadoras que subieran a ayudar en los baños, tan bonita en su liviano vestido blanco, inclinada en