El olor a hierro atrae a los que se ocultan en la oscuridad, no tengo miedo porque no estoy sola. Desde aquí puedo escuchar un fuerte gruñido que paraliza a las almas inquietas.
Los vampiros presienten sobre el peligro que los aguarda, no podrán escapar han cometido un error al venir aquí.
-Hola Elizabeth, nos volvemos a encontrar, se escuchó una voz muy conocida, me quedé en silencio tratando recordar a quien le pertenece hasta que luego decidió mostrar su rostro.
-Gabriel... ¿qué haces aquí?
-Vine a buscar lo que me pertenece, hablo con tanta calma como si tuviera el control de la situación, aún así no me dejé intimidar, y le respondí con una sonrisa.
-Me alegra que me recibas de esa forma, cariño.
¿Cariño?, no puedo creer que se atreva a decirlo.
-¿Esas son tus últimas palabras?, creo que te has equivocado.
-No serán las últimas, dijo luego cuatros de ellos salieron entre las sombras, y eso me alarmó.
-Elizabeth, aún eres muy pequeña como para intentar enfrentarme, ¡inocente!,