— ¿Vamos a cenar? — le propuse antes de que pudiera perder el control.
— Claro. — me dijo con una sonrisa adorable. Incluso eso me excitaba.
La ayudé a sentarse en la silla y después de encender las velas aromáticas con el mechero que traía en el bolsillo del pantalón, abrí la nevera para sacar los tentempié de la noche anterior: un poco de queso cortado en cubitos, jamón y unos sandwiches que se habían conservado bien. Los coloqué en la mesa.
— La comida no es espectacular... pero en las cocinas me dijeron que no era recomendable guardar platos elaborados, que era mejor algo así.
— Está genial. — me dijo mientras sacaba un par de copas y una botella de vino. Las coloqué en la mesa.
— No sé si te gusta, pero pensé que podía darle un toque especial y...
— Esteban. — la miré a los ojos — Incluso con agua, es inmejorable.
Sonreí como un niño pequeño al que le acaban de dar un caramelo, mientras servía el vino. Después, me senté en mi sitio y comenzamos a cenar en un silencio muy cómodo. O