Después de sentarnos, el mesero nos trajo el menú. Sofía me lo pasó y le fui señalando y explicando el relleno de cada empanada.
Ella asentía cooperativamente: —Rico.
—¿De cuál quieres? —le pregunté cuando terminé.
Sofía parpadeó: —¡Quiero probar todas!
Le pasé el menú a Daniel para que decidiera. Como siempre consentía a Sofía, le dijo al mesero: —Una de cada una.
—Muy bien —respondió amablemente el mesero.
Cuando se fue, Sofía se acurrucó en mis brazos y empezó a parlotear: —Mamá, ¿sabes? Escuché que Gabriel la está pasando muy mal estos días. Su nueva mamá no quiere recogerlo y lo deja esperando en la escuela hasta después de las nueve...
Los niños no tienen malicia, solo dicen lo que piensan. Sofía murmuró: —¿Por qué será tan tonto? Teniendo una mamá tan buena como tú, no supo valorarla y eligió una mala.
—Sofía —la abracé—. ¿No crees que es muy especial que tú y yo podamos estar juntas como madre e hija?
Aunque no entendía mi pregunta, asintió.
—Entonces, ¿por qué desperdiciar tie