Capítulo 145.

Mateo, sin embargo, plantaba su pie en la arena, su cabello mojado se pegaba a su frente, mientras su mano seguía en su costado, su espalda se sentía, aún así no se detuvo al ver el muelle, en el cuál caminó sin llamar la atención. Nadie le prestaría su interés a alguien que se mezcló entre ellos. Todos simplemente estaba preocupados al ver helicópteros rondando el lugar, aún amaneciendo, no dejaban de buscarlo y sabía que iban a continuar.

No podía estar a la vista.

—A esta hora no será fácil que el comisario te atienda—, le mencionó Gunnar recogiendo la red. —Pero puedes esperar afuera de la comisaría. Quién dice que no tengas suerte. Si un turista se pierde le da más prioridad.

Mateo observó a todos lados, mientras decidía que ruta tomar. No era idiota para creer que había dejado en enviar perros de caza, cómo los llamaba el sin cerebro que lo tuvo cautivo todos esos días.

—¿Qué habrá sucedido?— preguntó el pescador ante todo el alboroto que se escuchaba aproximarse a ellos. Mat
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