Rachel corrió por la casa, comenzó a abrir la puerta de todas las habitaciones, mientras sus lágrimas iniciaron a salir sin control. No paraba de gritar el nombre de su hija.
—¡Cosette…! ¡Cosette, hija! ¿Dónde estás? —Sus lágrimas no podían parar.
Observó cómo su madre subía corriendo escaleras arri