111. Doloroso
CAPÍTULO 111
—Demonios, ángel. Estuviste…—un Gerald jadeante se sostiene de la pared, agarrando a su esposa con una sola mano una vez acaban de llegar, ambos, al clímax. Scarlett lo rodea con las piernas, temblando y sudada por el golpe repentino de placer y la masa muscular de un hombre como lo es Gerald. Ahora lo abraza y trata de controlar la respiración. Gerald busca sus labios—, estuviste fantástica…
Scarlett sólo le toca sonreír, tragando saliva. Quizás la obsesión también le hace efecto a ella, porque a su marido no lo quiere dejar ni un solo momento. Además, un esposo como Gerald es un tesoro que no está dispuesta a perder nunca más. Lo besa, profundo y necesitada, acariciando las cicatrices que demuestran su nombre, sus ojos grises intensos recorriendo su piel desnuda, su piel que conoce cada sensación de sus yemas cálidas con cada caricia. En la cabeza de Scarlett no cabe un mundo donde él ya no esté. Desborda un sentimiento por él completamente irreal, y jamás hubiese creíd