Júpiter Amato
Una semana, una m*****a semana llevaba en Italia, y no había día que no despertara con resaca, estaba cansado, me sentía cansado, los viajes, las juntas, la situación en casa no me habían hecho bien y la presión de los abogados me estaba sobrepasando.
Mi padre había partido a Europa, mi hermano se había quedado en NY mientras mi primo viajó a Rusia, él quería ver que tan quebrado estaba nuestro lazo con Víctor y su familia, Verona se quedó en Italia, en la casa familiar, a la que había evitado ir por algunos días, ella compartía la opinión de Esmeralda y no quería ser juzgado en estos momentos.
Esmeralda ¿Dónde estarás hechicera mía? Volvía a pensar en ella y mi cabeza quería perderse en ella nuevamente, me levanta y me di una ducha con agua fría, bajé en busca de algo para comer, estaba en mi apartamento, pero tan pronto como entré a la cocina me di cuenta de que no estaba solo, Verona estaba dentro.
– ¿café? – ofreció y yo asentí.
Nos quedamos en silencio y así fue