Alex la observa de reojo, esboza una ligera sonrisa satisfecha con sus argumentos, ya que su deseo de estar con ella es mayor que el estrés que ella le causa.
– Bien, buenos argumentos. Dime, Srta. Jenkins, ¿qué deseas hacer?
– Primero, devuélveme el volante. Yo manejo. – Él la mira fijamente y vuelve a prestar atención a la carretera. – Sr. Baker, por favor, déjame conducir.
– De ninguna manera. Eres completamente inestable. No tienes mi permiso para conducir.
– Vaya, el señor todopoderoso tiene miedo de un poco de adrenalina, no esperaba eso. – Provoca Rebecca.
– No tengo miedo, simplemente no confío mi vida a otras personas. Eres demasiado imprudente. Pero si te gusta la adrenalina, puedo darte eso. – Acelera y ella se emociona, ya que le encanta la velocidad.
– Amo este coche. Tienes buen gusto. Sr. Baker, cuidaré de ti. Prometo que ya no aceleraré. Déjame conducir, por favor. – Se quita ella cinturón de seguridad.
– ¿Qué estás haciendo? ¡Ponte el maldito cinturón! – Le ordena él,