En aquel momento, todos disfrutaban de la magnífica fiesta, celebrando la felicidad de la pareja.
– Sra. Baker, su belleza sólo crece con el tiempo. – Dice Eduardo cerca del oído de Rebecca. – Es usted la mujer más deslumbrante de este salón, sin duda. - Rebecca se avergüenza un poco y Alex la observa atentamente.
– Eduardo Walsh, ¿estás cortejando a mi adorable esposa? – Pregunta en tono serio.
– De ninguna manera, Sr. Baker, solo la elogié. Sigo diciendo lo que mencioné la tarde en que la conocí, su belleza es incomparable.
– Alex, él solo fue cortés. Eduardo, no le hagas caso a Alex, él es así. Gracias por estas maravillosas joyas, las amamos.
– Querida, debes agradecerme a mí, después de todo, fui yo quien las compró. – Dice Alex, un tanto incómodo, mientras Rebecca acaricia suavemente su mejilla.
– Mi amor, ¿estás celoso del Sr. Walsh?
– Claro que no, querida. Mis celos se limitan solo a ti. – Responde, y ella sonríe antes de darle un suave beso en los labios.
– Te pertenezco, mi