—Es una ocasión especial, vamos, eres mi querida prima, la mujer que más me conoce.
—Y la única con quien no te has acostado, no me veas así, que es de la veda, es que primito hasta a un palo con falda, eres capaz de darle con todo, conmigo no chocas, solo porque sabes que me gustan las mujeres, tú ni a la familia respetas, cariño, aún recuerdo a la pobre Laurita que se enamoró de ti y al final tuve que irse al extranjero por la vergüenza de ser rechazada, la mandaron a la Patagonia, aunque ahora está feliz con su pastorcito.
Mientras le daba unos masajes sobre los hombros, para tratar de convencerla, de que lo acompañe a aquella fiesta prácticamente organizada en su honor, una mujer del porte de ella, atraería a hombres y a mujeres al mismo tiempo.
—Está bien, te acompaño, pero por favor no me metas en tus tretas de conquista, que ya no tenemos quince años. Estás bordeando los treinta y muchas veces te portas como ese chiquillo que se crea el gallo del gallinero.
—Aún lo soy, no me faltes el respeto al legado de tu primito, te prometo que esta vez no te voy a utilizar para mis dichosas tretas como tú le dices—Haciendo una señal con los dedos de aquella irónica frase—Te dejo mi tarjeta, para que te compres el vestido que quieras, el más sexy y tal vez la que termine de casería seas tú.
Ella lo miró con una sonrisa ladina, imaginando ya el vestido en su perfecto cuerpo y cuántas mujeres podría atrapar en aquella fiesta, es que el libertinaje lo llevaba en la sangre.
—No es mala idea, bueno, acepto lo de tu tarjeta, con tu permiso. Tengo una cita con la bella aeromoza que conocí en mi vuelo de Múnich hacia aquí.
Una vez que Lorena se marchó, Sebastián, se quedó pensando en la fiesta, donde lo irían a presentar como nuevo socio, aunque él solo era una pantalla, el verdadero hombre del poder, era su hermano Fernando, pero este prefería trabajar a las sombras al final las decisiones importantes la tomaría él, por lo que mientras le pagaran como socio, no tenía problemas solo serían seis meses los que estaría ahí hasta que su hermano rescatara la empresa de la casi bancarrota para luego venderla a un mejor precio de la que la adquirió, el menor de los Del Toro era del tipo de hombre que la falta de preocupaciones laborales o de dinero era su especialidad, le daba tiempo para seguir su vida como siempre, sin ataduras, sin miedos, sin remordimientos, tal cual lo había hecho su madre hacía veinticinco años cuando los abandono en busca de esa libertad que tanto él amaba, tal vez lo tenía en la sangre, creció con esa idea de libertad.
Mientras tanto, en otra parte de la ciudad.
—Por favor, Evelyn, odio esas fiestas cuando voy sola, son tediosas, aburridas, parece una reunión de la promoción del Titanic, ve conmigo, te juro que no separaré de ti en toda la noche, seré como un chicle.
Juntando las manos a modo de ruego, necesitaba que su querida Eve, saliera de su caparazón; necesitaba que se diera cuenta de que la vida no es solo dejarse humillar por unas cacatúas sin personalidad u ocultarse bajo las sombras como ella había hecho hasta ahora.
—No, Alana, sabes que no me gusta. Además, mírame ¿dónde conseguiré un vestido decente?, porque el saco de papas que tengo ahí en mi placar no cuenta para una fiesta así.
Mirando hacia el fondo del closet, donde se encontraban sus trapos viejos, como le decía Alana, había un vestido que le traía malos recuerdos, pero no se atrevía a dejarlo en el pasado. Era como si soportara vivir con su trauma todos los días, se torturaba de manera voluntaria y obstinada.
—Si lo haces, te regalo un saco de comida premium para tus gatos, además te regalo un vestido de ensueño. Que la misma Ashley Graham envidiaría.
—¿Ashley Graham? Dices. ¡No olvídalo! —Moviendo las manos en modo de negación, casi la hace caer con lo de Ashley Graham, una modelo plus sise, que ella admiraba por siempre mostrarse fuerte y sonriente, cuantas veces soñaba ser un instante como ella, solo un minúsculo momento — No me voy a aparecer ahí, delante de toda esa gente que me odia, que hace mi vida aún más miserable, no sé cómo siendo mi amiga, me puedes pedir algo como eso.
—Mi último recurso, es este —suspirando y volviendo a juntar las manos en modo de ruego—Te acompañaré al refugio de animales, llevando unos cuantos sacos de comida para los apestosos esos.
—Alana, estás demente, no puedes expresarte de esa forma, de unos pequeños seres inocentes —Sabía lo que para Alana era visitar ese lugar, ella detestaba a los animales y sabía que solo lo soportaba por ella, pero era una buena táctica usada por su amiga, sabía dónde darle para ablandar su corazón y hacerle bajar la guardia—Déjame pensarlo.
—¡Gracias, mil gracias! — Abrazándola con efusividad y ante la sorpresa de Evelyn, ella la soltó rápidamente, Alana no quiera ponerse en evidencia, no podía. —Te mandaré un mensaje para lo del vestido.
—No te he dicho que sí, solo que lo iba a pensar.
—Ese refugio es tu debilidad y lo sabes, todo déjalo en mis manos, ese día te verás, tan espectacular, que nadie te va a reconocer.
—No me gusta estar tan tarde en la calle, máximo a las doce.
—Ni un minuto más, ni un minuto menos, al sonar las doce campanadas, cuál princesa encantada, se irá del baile, sin dejar ningún zapato por ahí tirado.
DÍAS DESPUÉS
—¿Por qué me ves? De esa forma
Alana quedó sin palabras, hasta embelesada con lo espectacular y diferente que se veía Evelyn con ese vestido negro metalizado, que dejaba ver su pequeña cintura, sus enormes y hermosas piernas, un señor escote cubierto con una tela de tul negra, esa Eve que estaba frente a sus ojos, podía ser el deleite de hombres y mujeres.
—Solo, que ese vestido es perfecto, solo mírate —la cogió de los hombros y la llevó hasta el espejo de la tienda—. Evelyn, te vez perfecta, mira ese vestido. Si tú quisieras, te podrías ver tan hermosa por fuera como lo eres por dentro.
No podía negar que el vestido era hermoso, la sensación en su piel, el brillo que emanaba, pero no se sentía ella, definitivamente no era Evelyn Carter.
—Es un disfraz, esta no soy yo, mira mis lonjas, mira las estrías en mis piernas. Estoy horrible —no lo soportó, se metió dentro del vestidor nuevamente, pero para llorar, la idea de que se puedan burlar de ella, pero de manera abierta, como en la escuela, de ser el centro de las burlas, la sobrepasaban, no soportaba ni imaginarlo, Alana entró a consolarla.
—Perdóname Evelyn, solo quiero que te des cuenta de que hay un mundo allá afuera, que no todo es estar en tu cueva o entre las cuatro paredes del departamento alimentando a tus bebés como tú les dices, aunque no lo creas o lo parezca, el mundo allá afuera también puede ser hermoso, por favor amiga, inténtalo por mí, solo esta vez, eres lo único que tengo en este momento y quiero que todos vean lo que yo veo, la hermosa persona que eres.
Evelyn la abrazo, agradeciendo tenerla en su vida, Alana, le había demostrado en poco tiempo en su persona como decía en una famosa serie, cuando la tenía seca se sentía que realmente no estaba tan sola como ella creía, si tenía que ir a esa fiesta y lucir irreconocible entonces lo haría, solo por ella.
—Eres mi Cristina, entonces
—Tú, mi Mer
—Está bien, solo por ti lo hago, pero no te acostumbres— secándose, amabas las lágrimas y empezar a reír, sin imaginar que aquella fiesta sería el inicio de más lágrimas que risas en la vida de la pobre Evelyn