AMOR EN TIERRAS SALVAJES. CAPÍTULO 35. Llegar a tiempo.
Cuando Henry se dio la vuelta, se encontró con un rostro que no esperaba ver.
—¿Carter? —preguntó, incrédulo, todavía con el corazón desbocado.
Él, vestido de negro y con el equipo que acababa de comprar a medio ajustar, asintió con serenidad.
—Chelsea me llamó —dijo en voz baja—. Me explicó lo que pasa. Puedo rastrearla.
El agente del FBI se acercó con el ceño fruncido, mirándolo si no con desprecia, con mucha falta de confianza.
—¿Y tú quién demonios eres? —le espetó.
—Un viejo amigo —intervino Henry, sin apartarle la mirada a Carter—. Uno de los pocos que sabe moverse en terreno difícil. Nos rastreó hace unos meses en medio de una avalancha.
—¡Ah…! —murmuró el agente, queriendo que la tierra se lo tragara, porque estaba bastante seguro de que ninguno de los agentes a su cargo podía hacer eso y su única esperanza de momento era una búsqueda masiva con perros y decenas de agentes que podía demorar mucho y ser tan peligrosa como terrible.
Pero Carter solo se encogió de hombros con un