SUPLICA
Se acerca lentamente hacia mi como un cazador astuto que tiene una firme convicción de atrapar a su presa. Frente a mí, sin poder moverme siento rozar sus labios como si se estuviera provocando a sí mismo, como si lo pidiera y al final se arrepintiera. Una y otra vez sus ojos parecían hablarme, y acto seguido unos golpes fuertes en la puerta nos sacaron de aquel univalente ambiente pesado.
—¡¿Sr, Abre la puerta?!, ¡¿Qué tanto tiene que hablar ustedes dos?! —dice agritos Virginia mientras golpea una y otro vez haciendo vibrar mi cuerpo. El Sr suspira hondo, cierra sus ojos con fastidio y se aleja