Kyong entró en el centro comercial a toda prisa para no perderla de vista, y aunque demoró un poco, la encontró sentada frente a una pared de vidrio, en la que se podía ver un hermoso acuario. Él la contempló con detalle por un instante en silencio, y lo que vio lo preocupó, porque ella se veía muy pálida y ojerosa. Se sentó en silencio a su lado y sólo dijo:
—Este lugar transmite mucha paz, la misma paz que me transmiten tus ojos, cada vez que los miro. —este comentario hizo que ella lo mirara por un instante, para luego volver a mirar el acuario—. ¿Cómo te sientes Sun-Ji? Te noto muy pálida y con ojeras. ¿Te sientes enferma?
—Si me siento o no me siento enferma, no es de tu incumbencia. Con permiso. —le dijo ella y se levantó dispuesta a irse, pero él se interpuso en su camino.
—Por favor cariño, no te vayas. Necesitamos hablar de lo que ocurrió.
—No tenemos nada que hablar, ya tú dejaste clara tu posición, tú no hablas con niñas, y yo sigo teniendo 17 años, así que como dije, no te