Pensé que podría soportarlo, pero era muy difícil verlos juntos. Y no, yo no tenía por qué sentir celos, no tenía derecho, pero esa maldita presión en el pecho me gritaba lo contrario. Intenté ignorar cada vez que Vanessa se acercaba a su esposo y lo tocaba, o incluso dejaba pequeños besos en sus labios. El sonido suave de sus risas y el roce de sus manos me perforaban el corazón. Justo cuando se sentó en su regazo, sentí que el corazón se me iba a explotar por la presión y esa fea sensación de molestia.
Me levanté con la disculpa de ir al baño. Luca me miró, o me estaba mirando, la verdad no supe por cuánto tiempo lo había hecho. Me alejé lo más rápido que pude y cuando estaba por llegar al baño, me aferré al marco de la puerta y solté un suspiro exasperado. ¿Por qué me afectaba tanto verlos juntos? Sabía que no tenía derecho a sentir celos, pero era inevitable. Era como si una parte de mí se estuviera rompiendo en pedazos cada vez que los veía. Tenía tanta rabia, pero no era con mi