En el corazón de Nueva York, el restaurante Norton’s, una prestigiosa joya culinaria, se convierte en el escenario de ambición, traición y secretos familiares. Elizabeth Clifford, una joven humilde y resiliente, lucha por encontrar su lugar en un mundo dominado por los poderosos Norton. Después de ganarse la confianza de George, el patriarca de la familia, Elizabeth asume un papel crucial en el restaurante, solo para enfrentarse al odio latente de Margaret, la esposa de George, y las intrigas de sus dos hijos gemelos, Mark y Anthony. Cuando un accidente trágico cambia para siempre el destino de la familia, Anthony toma la identidad de su hermano Mark, iniciando un peligroso juego de mentiras y manipulación. Mientras Elizabeth se convierte en el eje de las tensiones, un chef carismático y una antigua socia de George aparecen para complicar aún más el panorama. Entre pasados ocultos, deseos inconfesables y giros inesperados, la historia de Elizabeth y los Norton explora los límites de la ambición, el amor y la redención, mientras todos luchan por un legado que podría cambiar sus vidas para siempre.
Leer másElizabeth recordaba sus primeros días en el restaurante Norton’s como si fuera ayer. Después de años de sacrificio, finalmente había logrado una oportunidad real. Desde pequeña, su vida había sido una cadena de responsabilidades: su madre la había criado sola, y Elizabeth, siendo la hermana mayor, había aprendido a ayudar en casa desde que tenía memoria.
Sus estudios siempre habían sido su refugio, y gracias a su esfuerzo y una beca, había logrado estudiar Administración y cocina en la universidad.
Ser la asistente de administración del restaurante principal de la cadena de George Norton durante dos años , fue un honor inmenso. George era un hombre serio, de carácter exigente, pero con ella había sido justo, reconociendo su empeño y dedicación.
Con el tiempo, él empezó a elogiar su trabajo, y cuando compartía sus éxitos con su esposa, Margaret, Elizabeth notaba el peso de una mirada incómoda sobre ella, una chispa de hostilidad que solo iba creciendo.
La noticia de la adjudicación de la tercera estrella Michelin para el restaurante causó alborozo en todos. George reunió al personal, incluyendo a su esposa y a los gemelos, para elogiar el dedicado, responsable y creativo trabajo que Elizabeth había ejercido al frente del restaurante y los nuevos retos y propuestas que había agregado a la cocina que ahora tenía más sabores internacionales.
Cada frase despertaba un aplauso entre los compañeros, mientras que Anthony susurraba al oído de su hermano Mark una que otra frase irónica sobre el “gran descubrimiento de su padre” a la que él solía llamar con sarcasmo “la mujer perfecta”.
Por su parte Mark se sentía feliz por los logros de Elizabeth por la que ya no sentía solo admiración: con el tiempo se había enamorado de ella, pero no había sido capaz de decírselo, aunque tenía el presentimiento de que él no le era indiferente. Sospechaba que, a pesar de las ironías y sarcasmos, su hermano
Anthony también se sentía atraído por la muchacha, pero su gemelo no era hombre “de novias”, sino de amigas de ocasión con las que pasaba noches de lujuria y excesos.
Pero a la que cada palabra de elogio de George sobre Elizabeth le caía como un mazazo en la cabeza, era a Margaret que, con el tiempo, ya no solo le fastidiaba “esa aparecida trepadora” como solía llamarla, sino que ahora sentía por ella un creciente odio: era una intrusa que estaba amenazando su imperio y su lugar.
Y es que Margaret había sido parte del mundo de los Norton toda su vida, proveniente de una familia de buen nombre y acostumbrada a tener el control sobre su entorno.
Tenía 20 años cuando conoció a George y casi que inmediatamente se casaron y siete meses después, fueron padres de dos gemelos que nacieron en perfecto estado a pesar de su parto prematuro.
Su papel en la familia y en los negocios, era importante: nada se movía si no se le consultaba a Margareth. Incluso George, antes de tomar una decisión, primero la consultaba con su esposa.
Curiosamente, la única decisión que no consultó con su mujer, fue la de traer a Elizabeth a ocupar el puesto de asistente de administración en Norton´s. Tal vez por eso, la poca simpatía que Margareth sentía por lo que ella consideraba como “una intrusa”.
En ese momento en que George comenzó a elogiar públicamente a Elizabeth, algo se encendió dentro de ella: no soportaba la idea de que una mujer tan joven y humilde hubiera ganado tanta admiración de su esposo.
Margaret veía a Elizabeth como una amenaza, una oportunista que intentaba ascender a base de seducir con su humildad y apariencia sencilla. Aun así, Elizabeth se mantenía centrada en su trabajo, evitando siempre cruzarse más de lo necesario con la esposa de George.
Fue durante una visita al restaurante que los hijos de George y Margaret, Mark y
Anthony, conocieron a Elizabeth. Los gemelos eran jóvenes y con personalidades opuestas. Mark era cálido, de corazón genuino y transparente, mientras que Anthony, aunque encantador, era calculador, un hombre que medía cada paso y pensaba en los beneficios que podía obtener de cada relación.
Aquel primer encuentro fue breve pero significativo.
Al ver a Elizabeth, ambos hermanos quedaron cautivados por su presencia. Mark se sintió atraído por su amabilidad y sencillez, encontrando en ella un respiro fresco en un mundo lleno de apariencias.
Anthony, por otro lado, la observaba con una mezcla de admiración y curiosidad, intrigado por cómo alguien sin fortuna ni conexiones había llegado tan cerca de su padre. A partir de entonces, ambos comenzaron a mostrar interés en ella, cada uno con intenciones diferentes y sin que el otro lo supiera.
Después del representativo evento en que Norton¨s celebró su nueva estrella
Michelín para el lujoso restaurante, Mark se quedó hablando un rato con Elizabeth mientras que Margaret le susurraba a su otro hijo:
--Mírala. No está conforme con manejar este lugar. Ahora quiere meterse en lafamilia. Mira como pretende atrapar a Mark…
Anthony sonrió para sus adentros pensando en qué pensaría su madre si supiera.que él también se sentía atraído por Elizabeth…pero que la necesitaba para “otros planes”.
Porque algo tenía claro Anthony: mientras su “perfecto” hermano Marck buscaba en esa mujer a una esposa, para él, Elizabeth, el bello descubrimiento de su padre, era el atajo que podría tomar para que su exigente padre lo tuviese más en cuenta.
En esa misión, como le decía a su empeño, era consciente que iba a tener como rival a su hermano --cosa que había soportado toda su vida-- pero si lograba conquistar a Elizabeth, podría usarla como una herramienta para cimentar él el poder en la cadena de restaurantes y en su familia.
--Y de paso-- pensó-- le daría una lección a su hermano que la recordaría por el resto de su vida.
Una mañana de martes, George sintió que no podía levantarse de la cama. Desde una semana antes, había sentido pequeños dolores abdominales, náuseas, pérdida del apetito y mucho cansancio.
--Carajo, verdad que los años no vienen solos-- exclamó mientras que con esfuerzo se incorpora y el espejo le devolvió la imagen de un rostro más pálido que lo normal.
-- Eso debe ser el estrés, corazón --le decía Margaret --No te tomas un minuto de descanso y los años no pasan solos ... .Y ahora, con esa mujer, parece que en vez de aliviar la carga, tuvieras más responsabilidades. ¡Esa intrusa!-- le recriminó su esposa con un dejo de rabia contenido.
--No se te olvide beber el té que te dejé en tu mesita de noche. Te hará sentir mejor-- le advirtió su esposa sonriente
En contra de los consejos de su esposa, George acudió a uno de los mejores médicos internistas quien después de realizar varios minuciosos exámenes, descubrió lo inevitable: George estaba muriendo. Algo había provocado inflamación severa en su páncreas y en su hígado provocando un daño irreversible.
Meses más tarde, una inesperada noticia cayó como un rayo en la familia: George
había sido diagnosticado con una rara enfermedad y según chismes de pasillo, los médicos no se ponían de acuerdo en su padecimiento, pero cada vez se sentía y se veía peor.
Elizabeth notó el cambio en el ambiente del restaurante cuando el patriarca de la familia empezó a faltar más de lo habitual.
Finalmente, fue él mismo quien se lo confesó en una de sus visitas. Con voz trémula, le dijo que se estaba debilitando rápido y que confiaba plenamente en ella para continuar con su legado en el restaurante.
--Algo me está quemando por dentro-- le confesó --He ido a los mejores médicos de la ciudad y solo atinan a decir que mi hígado y mi páncreas se están deteriorando muy rápido--
Elizabeth no pudo musitar palabra.
--Solo espero Elizabeth, que pueda tener tiempo para enmendar mis errores. En especial, uno muy grande que me ha perseguido toda mi vida…
La enfermedad de George avanzó de forma rápida e implacable.
Margaret estaba a su lado constantemente, casi con una devoción desesperada, mientras que Marky Anthony iban y venían, enfrentando la tragedia cada uno a su manera. Pero en las noches más oscuras, George solía murmurar el nombre de Elizabeth.
Aquella noche, Margaret se encontraba en silencio junto a George cuando él abrió los ojos, luchando por hablar. --Llama a Elizabeth-- le susurró, --;Avísale a Elizabeth. Necesito que venga-.
Margaret quiso preguntar por qué, pero no tuvo tiempo: George exhaló su último suspiro y ella sintió una mezcla de alivio y de odio: . Su marido había muerto pidiendo por esa mujer que ella tanto despreciaba.
En medio de su rabia y dolor, ella no podía entender por qué George había llamado a Elizabeth en sus últimos momentos.
Para ella, aquello era una prueba de que la joven había logrado lo que ella siempre había temido: había ganado una parte del corazón de su esposo.
Esa noche, mientras Elizabeth terminaba de cerrar el restaurante, sonó el teléfono.
Era Robert Crawford, el abogado de la familia, quien le pidió que acudiera de inmediato a la residencia de los Norton. Su tono no dejó lugar a preguntas, y aunque Elizabeth estaba confundida, accedió. Sin quitarse el delantal ni deshacer el moño que mantenía su cabello recogido, salió apresurado y tomó un taxi.
Cuando llegó a la residencia, fue guiada al estudio, donde se encontró con una escena tensa: los gemelos y Margaret, esperaban a que el abogado comenzara la lectura del testamento. Al verla entrar, Margaret la miró con asombro e ira, exclamando en voz alta: --¿Qué diablos hace ella aquí?-- Llamó a la servidumbre para que la sacaran, pero Crawford se levantó e intervino con firmeza.
--Un momento. Es necesario que ella esté. De hecho, yo mismo la cité- Es una petición exclusiva de su esposo, el difunto señor Norton.
Los ojos de Margaret, Mark y Anthony se clavaron en el abogado, sorprendidos. Crawford les indicó que se sentaran, y tras un breve silencio, comenzó la lectura del testamento.
Cuando llegó la parte del restaurante en Nueva York, la tensión en el aire se
intensificó. “Y en cuanto al restaurante Norton’s de Nueva York, la voluntad de
George es que Elizabeth sea la dueña del cincuenta y un por ciento de las acciones”, leyó Crawford.
El anuncio cayó como una roca sobre los presentes. Anthony, incapaz de ocultar
su asombro, esbozó una sonrisa burlona, mientras que Mark, complacido, asentía
con la cabeza en señal de aprobación. Margaret, en cambio, se levantó furiosa,
enfrentándose a Elizabeth con los ojos llenos de rabia.
--¿Qué fue lo que hiciste con mi esposo, desgraciada?-- le gritó.
¿Acaso sabías que iba a morir y te lo llevaste a la cama para que te dejara una herencia? ¡No descansaré hasta acabar contigo! Sus gritos asombraron a todos que miraban atónitos la inesperada escena.
Mientras Mark y Anthony trataban de controlar a su madre, Elizabeth se quedó en silencio, tratando de contener las lágrimas mientras sentía que el peso del desprecio de Margaret la abrumaba.
A la salida, el leal Peter, el mayordomo de toda la vida, le entregaba a la joven su chaqueta que había colgado en la entrada. Mientras se le acercaba tropezó inesperadamente con ella. El hombre la miró de forma extraña e intensa y rápidamente dio media vuelta y desapareció de su vista.
Las semanas posteriores a la reunión fueron una prueba constante para Elizabeth.
Mark la buscaba sinceramente, con intenciones de entablar una relación seria y formal, intentando apoyarla en medio de la tensión y acercarse a su corazón.
Anthony, en cambio, tenía un propósito distinto: quería recuperar lo que creía que Elizabeth le había robado a su familia. Para él, conquistarla era una cuestión de honor y venganza, una forma de poner fin a lo que consideraba una traición.
Pero Elizabeth, entre el dolor de la pérdida de George y la hostilidad de Margaret, ella no sabía si podría soportar el peso de los sentimientos encontrados que la rodeaban. Esa noche, desplomada sobre su cama, notó que un papel estaba en el piso de su alcoba, justo debajo de la chaqueta que había traído desde la casa de los Norton el día de la lectura del testamento. Entonces pensó en Peter, el mayordomo.
Desdobló el papel y la frase que leyó la estremeció como si un terremoto la hubiera sacudido:
“Tenga cuidado. Quieren hacerle daño. Un daño como el que le hicieron al señor George…”
Elizabeth y Anthony, quién con el paso del tiempo no solo interpretaba a Marck a la perfección, sino que él mismo se percibía como su hermano, decidieron que ya era momento para formalizar su relación. --Liz -- le dijo el una noche mientras cenaban dentro de su restaurante. -¿Te casarías conmigo? - La frase vino acompañada de un pequeño cofre de terciopelo verde esmeralda que guardaba en su interior un anillo de compromiso. --¡Oh Marck es hermoso!- exclamó ella mientras sacaba el anillo y se lo probaba en su dedo. Tomó la mano de su novio y le dijo emocionada;--Acepto, ¡claro ue acepto Marck!Desde ese momento comenzaron a pensar de qué manera le iban a dar la noticia a su madre. Margareth, cada vez demostraba su poca simpatía por Elizabeth y últimamente se ausentaba horas enteras de su casa y sostenía misteriosas conversaciones por teléfono. Desde la muerte de George y la aparición de Beatriz, sumado a la herencia que su marido le dejó "a esa aparecida" cómo le gustaba llamar a El
Dos años y tres meses después del accidente en el que Mark Norton desapareció para el mundo, él aún seguía reviviendo, cada día, el momento en que su vida, lo que era, lo que poseía y lo que amaba, había desaparecido para siempre.Una pareja de granjeros lo encontraron derribado a un lado de un solar enmontado, a más de 20 kilómetros del casco de la ciudad. --Este hombre debió haber caminado herido hasta aquí-- le dijo el hombre a su esposa.-¿Qué vamos a hacer con él?- Primero vamos a donde el doctor Lancaster…- ¿Y por qué no a un hospital- El doc sabrá qué hacer.¡Ayúdame! - le dijo enérgico a su mujer.Como pudieron subieron a Mark a la camioneta hasta la casa de Lancaster.-¿Y quién es? ¿Dónde lo encontraron?-Doc, primero revíselo y luego le contamos…Cuarenta minutos más tarde, el doctor salió quitándose los guantes y despojándose de su bata azul.-Su cara sufrió un golpe fuerte del que quedará una fea cicatriz.Tiene contusiones fuertes en tórax y extremidades, pero se recupe
Margaret observaba su reflejo en el espejo con una mezcla de nostalgia y amargura. Aquella noche, había soñado con él. Con el hombre al que había amado antes de casarse con George.Su mente viajó al pasado, a un tiempo en que ella era joven e impulsiva. Recordó los encuentros a escondidas, las cartas apasionadas y, sobre todo, el miedo de que sus padres descubrieran su romance prohibido. Pero lo que nunca pudo borrar fue el momento en que supo que estaba embarazada.Había crecido en una familia de prestigio, donde la reputación y las apariencias lo eran todo. Su padre, un hombre estricto y de costumbres inquebrantables, no habría tolerado un escándalo. Y su madre, una mujer de mirada severa y fría, se encargaba de recordarle constantemente que su deber era casarse bien. Pero Margaret tenía otros planes, hasta que la vida se encargó de destruirlos.Se había enamorado de un hombre que no pertenecía a su mundo. Un hombre apasionado, libre, sin las ataduras de la sociedad en la que ella
Stephany se envolvió en su abrigo mientras caminaba por las calles silenciosas de Brooklyn. Sabía que su hermana no aprobara sus constantes escapadas nocturnas, pero no podía resistirse a la atracción inexplicable que sentía por aquel hombre misterioso.Lo había conocido semanas atrás, en un café poco concurrido, cuando un incidente trivial con su té caliente los había hecho cruzar miradas. Desde entonces, se habían encontrado en diferentes rincones de la ciudad, siempre en la penumbra, siempre con una promesa de algo prohibido en el aire. Sus charlas eran breves, en susurros, y aunque Stephany quería saber más de él, nunca respondía con claridad. Se presentó como "Daniel", pero no estaba segura de que ese fuera su verdadero nombre.—Stephany —su voz grave la estremeció. —Llegaste tarde.—Siempre me esperas, eso es lo que importa —contestó ella, con una sonrisa desafiante.El hombre, de semblante marcado y con cicatrices en el rostro, le tomó la mano con una delicadeza que contrastaba
Los días siguientes al encuentro con Elizabeth fueron una mezcla de euforia y miedo para Anthony. Por primera vez en su vida, se sentía completo, pero al mismo tiempo, la culpa lo devoraba. Sabía que estaba viviendo en un castillo de naipes, y tarde o temprano, la verdad se derrumbaría sobre él.Estaba atrapado en una tormenta de sentimientos que jamás había experimentado. Durante años, se había rodeado de mujeres, juegos, licor y noches interminables de juerga. Pero nada de eso lo había llenado. Nada de eso le había dado la sensación de pertenencia y paz que ahora, con Elizabeth en sus brazos, sentía.Sin embargo, sabía que era una felicidad ficticia. Una mentira disfrazada de pasión. Porque el hombre que ella amaba no existía. Él no era Mark.Una mañana, mientras revisaba documentos en su oficina, un sobre misterioso llegó a su escritorio. Dentro había una foto borrosa, pero clara en su significado: él, Anthony, entrando al penthouse con Elizabeth la noche anterior. Junto a la imagen
La noche en Nueva York era un lienzo de luces titilantes y sombras danzantes. En el amplio ventanal del penthouse donde ahora vivía, Anthony —convertido en Mark para el mundo— observaba la ciudad con el corazón latiendo con fuerza. Aquella noche no era una más. Había invitado a Elizabeth a cenar, pero en su interior sabía que era mucho más que eso.Era una declaración.Un salto al abismo.Elizabeth llegó envuelta en un vestido de seda color esmeralda, que realzaba el brillo de sus ojos y su piel trigueña. Al verla, Anthony sintió un nudo en la garganta. No era solo su belleza lo que lo cautivaba, sino la fuerza con la que ella se había abierto camino en la vida. Y ahora, sin saberlo, estaba cayendo en los brazos de un hombre que no era quien decía ser.Durante la cena, las risas y las miradas furtivas fueron cediendo paso a una tensión electrizante. Anthony se acercó, deslizando su mano sobre la de Elizabeth, sintiendo cómo su piel se estremecía bajo su roce.—Nunca imaginé que podría
Último capítulo