—Señora Maryere Stone, queda usted detenida por fraude, estafa y lavado de dinero —escuchó del hombre que le ataba las manos en la espalda con unas esposas.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y una punzada atravesó su vientre, haciéndole perder el conocimiento, y también a su bebé.
Cuando abrió los ojos se descubrió en un hospital, esposada a los barrotes de la cama y custodiada por dos guardias de seguridad. Y se sintió criminal. Aunque no había hecho nada de lo que la culpaban, todas las declaraciones fiscales de la empresa estaban respaldadas por ella.
—¿Qué pasó? —preguntó a Melody, teniendo una idea más o menos clara, pero deseando corroborar lo que se atrevía a pensar.
—Es lo que quiero saber —dijo la médico en un tono de voz áspero y casi grosero.
Maryere no lo entendió