Salomé iba de nuevo a debatir a la mujer, pero un gesto en el rostro de Conrado la hizo detenerse.
—No sigas nada Salomé… —comenzó a decir Conrado y Ninibeth la miró en tono triunfal, sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando escuchó las siguientes palabras—, no vale la pena gastar pólvora en z