Salomé y Conrado no podían creer lo que veían, sus hijas llorando y Ninibeth completamente fuera de sí, a causa de las tremenduras de las pequeñas. La niñera intentó intervenir, pero Ninibeth estaba demasiado furiosa para escuchar a alguien más que hasta terminó empujándola.
—¡Apártate de mi camino