“Si señor, ya pongo a gente trabajar en ello”.
Se despidió y se sentó a un lado de la cama, quedándose dormido, y no se despertó hasta unas cuatro horas después, cuando sintió unos manitos en el rostro y unos besos babosos en su mejilla, al abrir los ojos era su pequeña Grecia.
—Mi cachorrita, ¿Te