Claudia se levantó a desayunar.
En la mesa de la cocina estaba su madre, su padrastro y su medio hermano de diez años. Se sirvió la comida y se sentó a la mesa.
—¡Que bueno que la veo, Señorita! —dijo sarcásticamente la madre. —¡Que milagro que se digna a desayunar con nosotros! Pensé que anoche se iría de fiesta como siempre.
—Mami, no empiece a joder, estoy tranquila aquí y nada más quiero desayunar en paz…
—¡Es que usted no me hace caso! Le he pedido que se componga, que deje de oír esa música diabólica y que deje esa mala vida…
—¡Uy ya estoy harta! —explotó Claudia abruptamente y se levantó encarando a su madre, y luego con dedo acusador dijo: —¡Usted sabe muy bien porque hago lo que hago! ¡Y porque odio estar en es