GINA.
Ignoro todo pensamiento de autocrítica, y acepto lo que más deseaba. Estar en sus brazos. No me arrepentiré de mi decisión y disfrutaré lo más que pueda de todos los momentos que pase junto a él. Es el momento de aceptar lo que más deseo.
Al pronunciar aquellas palabras, él me observa perplejo. ¿Y quién no lo haría cuando lo había rechazado y hasta golpeado?
— Hermosa, no juegues conmigo.
Dice mirando fijamente mis ojos, seguido a mis labios, lamiendo los suyos, causando que la temperatura en el auto aumente.
— No lo hago —trago nerviosa, observando cómo su mano se desliza por mi mejilla, acariciándola con su pulgar.
— Ven acá.
Desliza su otra mano en mi cintura, acercando más nuestros cuerpos, al igual que nuestros labios, que al tocarse de nuevo, brotan de ellos gemidos y gruñidos por el fuerte deseo acumulado.
Su boca comienza a deslizarse lentamente por mi barbilla, dejando suaves besos, y cierro mis ojos cuando ellos bajan hacia mi cuello, dejando pequeños mordiscos mient