Al abogado le dolía demasiado el abdomen pero aún así se levantó. No iba a dejar marchar a la jóven, y ella estaba a punto de salir corriendo.
— No, no te atrevas a marcharte de mi lado, si lo haces te vas a llevar contigo mi felicidad, porque eso eres para mí Fiorela. Eres mi felicidad, mi dicha y mi futuro.
— Adriano... — Aunque no le podía ver el rostro, Adriano la podía escuchar sollozar.
— No pienses cosas sin sentido. Yo realmente te quiero a mi lado, quiero tus besos, tus caricias, tu compañía, que me sonrías cada día al despertar. Si te marchas nada habrá valido la pena, ni siquiera el habernos conocido ese día por casualidad en el aeropuerto.
— ¡No debiste levantarte, déjame ayudarte a ir de nuevo a la cama! — Fío, de volteó para ayudarle.
— !No pienso moverme hasta que me digas que te quedarás aquí conmigo, dímelo Fiorela, ¿Dime qué quieres quedarte a mi lado? que quieres que sea tu esposo, y tener muchos bebés conmigo.
— Yo.... Por supuesto que quiero. Me hac