Sergey ha despertado.
A la jóven Smith no le quedó más remedio que calmarse, no le convenía llevar un pleito a los extremos y quedarse sin prometido. Ella todavía tenía que casarse.
— No te hagas el inocente conmigo William Larsson, te investigué y conozco tu pequeño gran secreto, ¿No me crees? Dime, ¿Cómo te sentías cuando los corpulentos enfermeros entraban a tu blanca habitación y te inyectaban calmantes para que dejaras de gritar que te sacarán, que no estabas loco?
— ¿Qué dijiste?
— Pobre señorito Larsson, abandonado por su madre y criado por su dominante y perverso padre, fue el quién te llevó a esa clínica, ¿Cierto? Y todo por qué no soportaba verte mal por la ausencia de la zorra que se le había escapado de las manos.
— ¡Cállate!
— Relájate, sabemos que tu padre estaba equivocado y no estabas demente, ni tenías ningún problema psiquiátrico, pero... La sociedad elite en la que vivimos y nos movemos no lo van a entender, te señalarán y tendrás que cargar con ese estigma por el resto de