El primer beso.
Los mafiosos sacaron sus armas de detrás de la cintura. Sus hombres ya estaban organizados y esperando en puntos estratégicos.
Adriano terminó de subir las escaleras y bajó a Fiorela.
— Entra a tu habitación y no salgas de ahí, nosotros nos haremos cargo de esos tipos.
La joven oriental le saltó a los brazos al abogado para sorpresa de Adriano. No esperaba que ella misma se acercara a él.
— ¡No, no vayas, no vayas, no quiero que te hagan daño, Pietro es capaz de matarte, y yo...!
— ¿Tu qué?
— Yo... Me voy a quedar sin esposo antes de siquiera habernos casado. — Fiorela abrazaba fuerte a Adriano, el hombre le había atraído desde aquella vez que lo vió en el aeropuerto y cruzaron miradas. El era tan varonil, tan apuesto y elegante, cómo pocos hombres había en el mundo.
— Fiorela, no puedo esconderme en una habitación, mis primos vinieron a ayudarme pero el del asunto soy yo. Fuí yo quien se negó a regresarte a la mansión Ribak cuando Pietro me lo pidió. Ahora le haré