El corazón de mi esposa es mío.
De muy mala gana el ruso tuvo que marcharse, no tendría más opciones que esperar hasta el día siguiente para saber que era esa sorpresa que el miserable Jeque ese le tenía, pero sobre todo para poder ver a Monserrat, y preguntarle que había sucedido.
Esa noche el agente ruso se ahogo en el alcohol en un bar del sur de la ciudad, su humor estaba tan negro como el cielo.
— Hola guapo, tengo un rato mirándote, veo que estás muy solo, ¿Puedo hacerte compañía?
Una mujer rubia, evidentemente rusa, se acercó a Sergey. Ella era alta, bella, sexy, la indicada para pasar una noche de buena cama, pero en esos momentos lo único que quería era poder mirar los ojos azules de Monserrat.
— No, no quiero compañía, solo aléjate y sigue tu camino
— La rusa al sentirse rechazada, dijo algo antes de marcharse en ruso.
— *(Maldito maricon)"
El hombre vió con desprecio con sus ojos azules como hielo a la mujer. Entonces ellas salió a toda prisa del lugar, parecía que había ofendido a la per