Soledad entró a la biblioteca de Leo como dueña y señora de todo el lugar.
—Que pena Leo, pero de aquí no me voy sin hablar contigo —dijo Soledad, mientras Leo giraba su silla para quedar de frente a Maya.
—¡Largo! Dije que no quiero ver a nadie —dijo una vez más, estaba ebrio que era como escucharlo balbucear.
—Ya te dije, no me pienso ir, así que me vas a escuchar. —Soledad camino hacia donde estaba Leo, tomó una silla y la colocó justo al frente de él, quería que él la viera justo a los ojos, tal vez así se enamoraría de nuevo de ella.
—¿Qué diablos quieres Maya? No eres bien recibida aquí. —Leo solo quería estar solo y ahogarse en el alcohol, quería poder olvidar a Julia, que sentía que esa era la única forma que lo podría hacer.
—Primero, veo que no estás en condiciones para hablar, así que te voy a llevar para que te de un fuerte baño, y así poder hablar. —Leo arqueo una ceja, pues quién se creía Maya para decir tal cosa.
Soledad se puso de pie y lo rodeó la silla, e intentó mov