—¿Crees que ya sea hora? –Le preguntó Jorge a Hugh, que miraba detenidamente el tablero de ajedrez. Habían iniciado una partida en cuando David y Daniel cerraron la puerta al salir, llamaron al personal indicado para que nadie los molestara, ni al par de viejos acá, ni al par de jóvenes allá, y habían dejado correr el tiempo.
—Tu Daniel es algo circunspecto –dijo Hugh ante la pregunta de Jorge—, y David es una tumba, así que démosles más tiempo.
— Ya pasó una hora.
—¿Estás asustado porque te voy ganando?
—En tus sueños—. Hugh sonrió moviendo sobre el tablero su caballo y llevándose el alfil de Jorge.
—¿De verdad David es pobre?
—Vive de su trabajo—. Jorge meneó la cabeza como si la idea lo ofendiera.
—Parece que nu