Encuentro

La noche de la celebración en la casa de los Walsh estaba envuelta en una atmósfera tensa y llena de secretos. Armando, el segundo hijo de la familia y bastardo de la misma, había decidido finalmente insistirle Janet, temiendo que Victor, su hermano mayor, también intentara conquistarla y aprovechar los momentos en los que ella lo ayudaba a calmarse para enamorarla. Solo de pensarlo, la rabia lo atormentaba.

Tomó una copa de licor para reunir el coraje necesario. Sentía una ligera vergüenza ante lo que podría suceder, pero también sabía que esta era su última oportunidad para estar con la chica que amaba. No la encontró ni en la sala ni en la cocina, por lo que supuso que tal vez estaba en su habitación, así que empezo a caminar entre decenas de personas que disfrutaban de la fiesta. La mayoría eran personas desconocidas para el.

Todo fue un molesto recorrido. Hasta que llegó al pasillo que conducía a la habitación de las empleadas.

Sin embargo, en medio del silencio vislumbró a dos figuras en los pasillos de la casa, demasiado cerca la una de la otra. Al observar más detenidamente, logró reconocerlos. Era una persona con un pasamontañas, y tenía a Janet tomada de la mano, forzándola hacia sí y besándola.

La visión desgarró su cordura. Sintió tanta rabia que se agarro la pared y se hizo daño en los dedos. Alguien estaba tratando de aprovecharse de la soledad de ese lugar para tomar a la chica que amaba a la fuerza. Armando corrió hacia ellos y, sin que la persona con el pasamontañas se percatara de su presencia, lo golpeó en la espalda con furia. La figura cayó al suelo y Armando continuó golpeándolo sin piedad, una y otra vez, hasta que Janet lo detuvo. Ella se acercó y lo abrazó por la espalda.

“Por favor, detente”, suplicó ella.

Armando estaba cegado por la ira. Los golpes al rostro habían sido demasiados. El hombre con el pasamontañas se levantó del piso e intentó huir, aturdido y mostrando señales evidentes de dolor. Armando se lanzó tras él, y en medio de la oscuridad vio la silueta de Victor, sintió que era similar, pero Janet no lo soltó, no lo dejo ir.

“No vayas”, le rogó ella, temerosa de que Armando terminara matando a esa persona. Había visto tanto odio en su mirada que era peligroso.

Él no pudo desobedecer su súplica. Permaneció a su lado, acariciando sus mejillas, en las que se asomaban algunas lágrimas de tristeza y miedo.

“¿Estás bien?”, preguntó con voz temblorosa.

“Sí, solo fue una situación extraña y aterradora”, respondió ella.

Armando no dudó en abrazarla con fuerza, dejando que se sintiera protegida y tranquila.

“Vamos a tu cuarto. Me quedaré cuidándote esta noche”.

Janet tenía 23 años y era 2 años mayor que Armando, había presenciado cómo había vivido parte de su vida, pero él nunca se había atrevido a hablarle mucho. Solo la ayudaba de vez en cuando, ya que él fue quien la ayudó a conseguir trabajo en esa casa hace cinco años. Además, trataba de protegerla cuando Victor perdía el control y la agredía.

Él no tenía el valor para acercársele, pero no soportaba la idea de que Victor le hiciera algo, pero no quería irse lejos, estudiar sin contarle sus sentimientos a aquella chica y definir su futuro con ella.

“Todo está bien, no sé preocupé yo la ayudaré”

“Cómo?” Pregunto la chica dudando de sus intensiones.

“Lo siento” dijo en modo de disculpa aquel chico al sentirse derrotado y no encontrar las palabras adecuadas para expresarse a ella.

“No sé preocupé, entiendo solo que no es el momento para este tipo de cosas”

Él la cargo en sus brazos y la llevo hasta su habitación.

[…]

La habitación era modesta, con apenas una pequeña ventana que dejaba entrar una débil luz de luna. Una cama sencilla, una mesa desgastada y un armario humilde componían el reducido espacio. Armando se sentía conmovido al ver las condiciones en las que Janet vivía. Comparado con la opulencia de su propia habitación, era evidente la disparidad que existía.

Pero en ese momento, sus pensamientos se centraban en Janet y en lo que acababa de presenciar. Decidió que no podía permitir que aquella injusticia quedara impune.

Él la recostó en la cama con suavidad y se sentó a su lado, mirándola a los ojos.

“Yo voy a decirle a mi padre lo que pasó, vamos a buscar a la persona que te hizo esto”

Ella lo detuvo y le dijo algunas palabras.

“No tienes que hacerlo, yo necesito que me ayudes en algo más”

“¿Qué?”Pregunto él

“Quiero estar contigo esta noche”

Él la miro a los ojos bastante confundido.

“Janet, pero lo que sucedió, no creo que sea apropiado para ti”

“Por eso mismo quiero estar contigo, quiero olvidar lo que pasó y no tener un rostro de tristeza mañana. Ese hombre me tocó y me beso, por favor ayúdame, va a olvidar eso, siento asco de mí misma”

Armando no sabía qué hacer, si la rechazaba sería peor para el nivel de estrés que vivió. Si la aceptaba aceleraría su relación y no sabía si esto terminaría bien. Él la quería mucho y no quería que todo se desarrollará de esta forma. Sin embargo, Janet se acercó a él y lo beso en la boca en varias ocasiones hasta que el joven cedió.

[…]

Ella se empezó a quitar la ropa frente a él, que añoraba tocarla, pero empezó a sentir vergüenza y empezó a apartar la mirada. Janet se acercó a él y agarró su brazo y la puso en su pecho. Se besaron apasionadamente. Janet respondió con la misma intensidad y sus manos empezaron a explorar el cuerpo de Armando. Él la tomó en brazos y la apoyo un poco en la pared, donde continuaron besándose y acariciándose.

La chica no entendía nada, solo dejo que él tomara la iniciativa e hiciera lo que quería con su cuerpo. Armando no le dio tiempo de acomodarse, ya se había bajado los pantalones y se preparaba para penetrarla.

No le dijo nada, solo le introdujo el pene sin decirle nada. Ella gimió de dolor, y se desvaneció al sentir los movimientos de Armando.

La intensidad aumentaba a cada segundo, el sudor bañando sus cuerpos mientras se movían juntos, cada vez más rápido y más fuerte. Los gemidos se convertían en gritos, las caricias se hacían más fuertes y apasionadas.

Finalmente, alcanzaron el clímax juntos, sus cuerpos temblando de placer mientras se aferraban el uno al otro. Se quedaron allí, abrazados y exhaustos, sin decir una palabra, disfrutando del momento de intimidad que habían compartido.

Janet gemía suavemente, sintiendo el cuerpo de Armando, presionando el suyo contra la pared. Sus manos se aferraban a su cabello desordenado, mientras lo besaba con ardor. El aroma de su colonia embriagaba sus sentidos, y su cuerpo se estremecía bajo su tacto.

Armando se dio cuenta de que sus movimientos tenían en éxtasis a Janet, que experimentaba dolor y placer a la misma vez tiempo.

Miró a la convulsionante Janet y vio que había cometido un error, solo se había enfocado en sentir placer, nunca le pregunto a ella si le hacía daño.

Vio algo de sangre en las sábanas y en su pene, supuso que probablemente era virgen o le había hecho daño al penetrarla de esa forma. Por la cantidad de alcohol que tomo no tuvo el mínimo cuidado con ella. Así que decidió intentarlo de nuevo, pero quería hacerla sentir bien y que ambos disfrutarán de ese momento. Sin tanto, traumatismo para ella. Quería Demostrarle su amor y no simplemente penetrarla por gusto propio.

Empezó a besar sus senos mientras ella regresaba a la realidad.

Esto provocó le provocó una serie de gemidos.

“Armando ah… Ah….”

Él observaba con mucho cariño y la esperaba ansiosamente. Que se recuperara un poco. Se escucharon sonidos por el pasillo, alguien caminaba por allí. Él trató de taparle la boca a Janet para evitar que alguien escuchara sus gemidos.

Sintió como unos pasos se alejaban de allí y se tranquilizó un poco; sin embargo, se preocupó de que alguien los hubiera escuchado. Fue una sensación de miedo, pero eso no lo iba a detener. Nadie podría saber que él estaba allí. Solo la persona que agredió que probablemente estaba bastante asustada de lo que pasó.

Eso tranquilizó a Armando, que prefirió seguir en su apogeo con Janet.

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