— Y un día llegó una loba, se reían de ella por querer ser de mi guardia. No quería nada de mí, solo servirme. Yo no tengo mate ni quiero una, pero confié en esa loba. Y ella fue leal a mí hasta su muerte—dice.
—¿Tiene que ver con su guardia real?— pregunto.
—Así es, la hija de esa loba también