—Sangre de vampiro…— digo.
—¿Pero cómo nunca la olimos?— pregunta Bruno, quien huele el vidrio.
—No es cualquier sangre— digo. Nada bueno puede salir de esto.
A las horas, me alegré al ver que mi amigo estaba en perfecto estado de salud. El fuego simplemente le había chamuscado un poco el pelo