—Bastardo —dijo Álex, voz aguda como navaja y mortalmente calmada.
—Tienes exactamente cinco segundos para liberarla. Si no lo haces, ninguno de ustedes bastardos va a salir vivo de aquí.
La habitación erupcionó en un instante—risa y burla barrieron a través del equipo de Hugh Jones como fuego de hierba, ruidosa y viciosa.
—¿Quién demonios se cree que es este tonto? ¿Amenazando a Hugh Jones? ¡Tiene deseos de muerte!
—¡Ponte de rodillas si valoras tu vida, niño!
—¡Este mocoso tiene nervio!
Murmullos furiosos se arremolinaron violentamente, insultos lanzados como balas.
Hugh alzó su mano, silenciando el alboroto, una sonrisa delgada estirándose por sus labios.
—Tranquilos ahora, todos —dijo Hugh suavemente, adelantándose con una calma escalofriante en sus ojos.
—Déjenme lidiar con nuestro pequeño intruso—claramente no sabe quién soy aún. Pero no se preocupen... una vez que lo sepa, el arrepentimiento será lo único que sienta.
Se detuvo, midiendo a Álex con desdén presumido. —Debes ser Ál