Minutos después de arribar a la mansión Kingston, el mayordomo, que ya lo aguardaba en la entrada, recibió a Alex con gran respeto.
"Distinguido Sr. Alex, el Sr. Alfred le pide disculpas, ya que aún no ha regresado. Me ha instruido para guiarlo y permitirle examinar a la Srta. Jasmine".
"De acuerdo, condúzcame con ella".
El mayordomo guio a Alex a través de los elegantes y amplios pasillos de la mansión. Conforme se aproximaban a la habitación de Jasmine, un penetrante aroma a medicina invadía el ambiente, similar al de un hospital.
Una mujer de edad madura deambulaba inquieta, caminando sin cesar de un lado a otro.
En cuanto vio a Alex, se precipitó hacia él con desesperación.
Era Jessica Kingston, la madre de Jasmine.
"¡Doctor, le imploro que ayude a mi hija!", exclamó con un hilo de voz.
"Cálmese. No hay motivo para preocuparse".
Alex contempló a una joven completamente inmóvil en el lecho, cuya respiración le resultaba evidentemente trabajosa.
Aparentaba poco más de unos veinte año