Alison entró a la firma esa mañana con el eco de la llamada de Zander aun retumbando en su mente. No había espacio para vacilaciones, no con él. Desde el primer momento en que lo había conocido, había comprendido que Zander no era alguien con quien se pudiera negociar. Sus exigencias eran claras y directas, y ella sabía que no tenía opción más que cumplirlas.
Sin embargo, mientras caminaba hacia su escritorio, no podía evitar que su mente se llenara de dudas. Pero su duda creció cuando esa mañana buscó a Zane y él no estaba en la oficina.
La coincidencia entre Zander y Zane empezaba a parecer demasiado extraña. Cada vez que uno de ellos aparecía en su vida, el otro parecía desaparecer. Aun así, no tenía ninguna prueba, solo una serie de eventos que, vistos en conjunto, comenzaban a formar un patrón incómodo.
Alison se acomodó en su silla, con la firme determinación de concentrarse en su trabajo, pero la sombra de Zane y Zander no dejaba de rondarla. Se llevó una mano al cuello, donde a