Alison Hale, es una joven y prometedora abogada que, luego de renunciar a un pequeño bufete de abogados en San Francisco, continua su carrera en la prestigiosa firma de abogados "Blackford" en Nueva York. Al ser asignada a un caso de alta prioridad relacionado con un famoso casino, se enfrenta a un entorno misterioso lleno de secretos, cuando conoce al magnate dueño del casino, Zander. Un enigmático hombre, frio, controlador, cruel y dominante, que se muestra escéptico respecto a sus habilidades. Sin embargo, accede a que ella sea quien lleve a flote su casino. Bajo estrictas condiciones de confidencialidad, Alison firma un contrato donde se compromete a resolver la crisis legal del casino, sin derecho a indagar en la identidad del misterioso propietario, como también a no revelar lo poco que sabe del mismo. Poco después, el CEO de su firma, Zane Blackford, se interesa en conocer a la joven abogada por la impresionante hazaña que ha logrado. Alison queda completamente helada, cuando conoce al más prestigioso abogado y descubre que el hombre detrás del escritorio de caoba es físicamente igual al hombre cruel del casino. Zane y Zander. Dos hombres tan iguales, con personalidades completamente diferentes, que comienzan a crear en ella una fuerte curiosidad, una fuerte confusión y de igual forma, un deseo eminente que cada día crece más por ambos. Alison se encuentra cautivada por la presencia dominante y fría de Zander en el casino, mientras que también desarrolla sentimientos hacia Zane, el Abogado respetado, serio e imponente dueño de la firma. Con sus sentimientos enredados, Alison cada vez se siente más invadida por la necesidad de saber por qué ninguno está en la vida del otro y más atraída por el morbo y el deseo de poder tenerlos a ambos.
Leer más—¡Le digo que este es mi asiento! —gruñó un hombre, apretando los puños sobre las rodillas mientras se inclinaba hacia una mujer.
—¿Su asiento? ¡Es un autobús público! —respondió la señora, con voz aguda, cruzando los brazos frente a su pecho—. Me cambié porque había más espacio aquí. ¡Ni siquiera está numerado! —agregó ella lo suficientemente fuerte para sacar a Alison de sus pensamientos. Alison soltó un suspiro rodando los ojos por el absurdo intercambio y apretó el dobladillo de su falda con nerviosismo, mientras observaba la gran avenida desde su asiento en el autobús. El hombre resopló, claramente molesto, y murmuró algo entre dientes, lo suficientemente bajo para que no se entendiera, pero lo suficientemente claro para que se sintiera su frustración. Alison decidió ignorarlos. Ese día no era un día cualquiera, finalizaba su primera semana laborando para “Blackford & Associates” la mejor firma de abogados en el país, y ya había sido asignada a su primer caso importante. Mientras el autobús avanzaba, su mirada quedó perdida por un momento, mientras repasaba el caso del misterioso y temido magnate del casino, que era su primera gran oportunidad. Pero también podría ser su caída. «Concéntrate» pensó para sus adentros, mientras jugaba nerviosamente con el dobladillo de su falda, una prenda sencilla, formal, diseñada para proyectar profesionalismo. El hecho de que nadie hubiera logrado mantener a ese magnate como cliente no hacía más que aumentar la presión que ya sentía, sin embargo también la hacía dudar, no sabia si la habían asignado s ese caso para verla fracasar o para que demostrará que valía la pena. Ella era una abogada con poca experiencia y si fallaba, podría despedirse de su sueño de convertirse en una de las mejores abogadas de Nueva York, o ser asignada a casos de menor importancia. El autobús finalmente llegó a su parada. Alison recogió su bolso y sintió el aire frío de la ciudad golpeando su rostro mientras descendía del transporte. Delante de ella se alzaba el edificio del casino, con un letrero grande y dorado que decía "Empire". Alison tragó saliva, mientras apretaba sus dedos a la correa del bolso que colgaba de su hombro izquierdo. Cruzó la calle con pasos rápidos hasta llegar a la puerta, dónde fue recibida por una mujer alta y delgada, que parecía sacada de una revista de moda. La mujer llevaba un vestido negro ajustado que realzaba su figura esbelta, y su cabello cobrizo estaba perfectamente recogido en un moño bajo, acentuando su piel bronceada. La mujer miró a Alison con una mezcla de desdén y superioridad. —¿Alison Hale? —preguntó con voz afilada, mientras su mirada recorría a Alison de arriba hacia abajo. —Sí, soy yo —respondió ella, intentando sonar más segura de lo que se sentía. —Sígame —ordenó la mujer, dándose media vuelta y comenzó a caminar por el pasillo. Alison la siguió, sintiendo cómo el ambiente del lugar la envolvía y escuchó el sonido de las máquinas tragamonedas que resonaba en la distancia. Era un lugar lujoso, frecuentado por la gran élite. Mientras avanzaba, Alison notó las miradas curiosas de algunos empleados del casino. Ninguno de ellos creía que ella fuera a durar mucho tiempo. Sabían que el dueño había rechazado a muchos abogados antes que ella, y no esperaban que esa joven novata fuera la excepción. El corazón de Alison latió con fuerza. «Esto es solo un trabajo más» repitió en su mente. Pero en el fondo sabía que no lo era. Finalmente, la mujer se detuvo frente a una gran puerta de madera oscura con detalles dorados. La abrió y Alison la siguió hacia el interior. La oficina era espaciosa, decorada con muebles de cuero oscuro y estanterías llenas de libros encuadernados en piel. Las ventanas, grandes ofrecían una vista impresionante de Nueva York. Y ahí, de pie junto a una de las ventanas, estaba un hombre. Se encontraba de espaldas. Alison sintió que el tiempo se detuvo por un instante —Señorita Hale —dijo él, con una voz grave, cuando ladeo su cabeza para mirarla—. Así que usted es la abogada que han enviado para este caso —soltó con desdén. Alison tragó saliva, sintiendo la garganta seca. —¿Es usted el señor Zander? —preguntó, tratando de que su voz sonara natural. El hombre sonrió del lado, mientras arqueaba una ceja. —¿No es obvio? ¿Que la hace pensar que no lo soy? —preguntó con soberbia mientras se giraba hacia ella. Alison lo observó atenta, pensando que ese hombre no era como había imaginado. Era grande, de complexión fuerte, con una presencia que llenaba la habitación. Sus ojos eran de un azul intenso. Vestía un traje negro hecho a la medida, que realzaba su figura atlética, demasiado apuesto. Pero lo que más impactó a Alison fue su mirada. El hombre la observó como un depredador que acecha a su presa, con una mezcla de curiosidad y desprecio. La intensidad de sus ojos hizo que el pulso de Alison se acelerara aún más. —Siéntese —indicó él, señalando la silla frente a su escritorio con un movimiento de su mano. La mujer que la había llevado hasta la oficina salió y cerró la puerta dejándolos a solas. Alison retiró la silla, con fingida calma desbotonó su traje y tomó asiento. —Soy un hombre ocupado, así que dese prisa y dígame, ¿cómo es que resolverá mi problema? Su tono fue grosero y altanero. Alison respiró profundo, pensando que, sin importar quien fuera, no iba a intimidarla.El amplio jardín de la casa de los Blackford estaba decorado con guirnaldas de colores pastel, globos y luces que colgaban entre los árboles. Una gran mesa central mostraba un pastel doble, uno azul y otro rosa, representando a los pequeños Zachary y Zoe, quienes cumplían su primer año de vida.Alison estaba sentada en una silla de mimbre, con Zoe en su regazo, mientras Zane sostenía a Zachary en brazos. La risa de los bebés resonaba con la misma intensidad que el suave viento que movía las hojas. La armonía que irradiaba el lugar era tan palpable que parecía casi irreal.Jessica y Travis estaban junto a ellos. Jessica, con un vestido blanco que resaltaba su embarazo de cuatro meses, acariciaba distraídamente su vientre mientras miraba con ternura a los gemelos. Travis, como siempre, permanecía cerca de su esposa, ayudándola con un gesto protector que sacaba sonrisas de todos.—No puedo creer que ya haya pasado un año —dijo Jessica, rompiendo el silencio con una sonrisa melancólica.—T
El sol se alzaba iluminando la enorme mansión que Zane y Alison habían convertido en su hogar. Alison estaba en la sala, acariciando su vientre prominente mientras revisaba algunos documentos de la firma que Zane le había pedido que le echara un vistazo. Aunque él insistía en que descansara, Alison no podía quedarse quieta por completo. A pesar de todo lo que había pasado, el trabajo seguía siendo parte de su esencia.De pronto, un dolor agudo la hizo soltar el bolígrafo que tenía en la mano. Se llevó la mano al vientre, con una mezcla de sorpresa y preocupación cruzando su rostro.—¿Ya? —murmuró para sí misma, sintiendo cómo otra contracción la atravesaba.Los gemelos estaban en camino.A unos kilómetros de distancia, en la firma de abogados, Zane estaba en su oficina, revisando una serie de contratos. A pesar de ser un hombre acostumbrado al control y la precisión, no podía evitar mirar su teléfono cada pocos minutos, esperando cualquier noticia sobre Alison.El timbre de su celular
El reloj marcaba las diez de la mañana cuando Zane Blackford salió del consultorio de su psiquiatra. Su porte seguía siendo imponente, como siempre, pero había algo más en su semblante: una calma que no había conocido en años. El doctor Russell, a quien había elegido al fin para atenderlo, un hombre de cabello entrecano y ojos cálidos, lo había recibido con su habitual profesionalismo, pero también con una sonrisa genuina.—Señor Blackford, me alegra decirle que todo está marchando bien —comenzó el psiquiatra, revisando las notas de las últimas sesiones mientras Zane se acomodaba en el sillón de cuero frente a él.Zane asintió, observándolo con atención.—Llevo meses sin que Zander se manifieste —dijo, con un tono de satisfacción que no intentaba ocultar.El doctor dejó las notas a un lado y se inclinó ligeramente hacia adelante.—Eso es un gran avance, pero quiero recordarle algo importante. Su trastorno de identidad disociativa no es algo que podamos considerar "curado". Sin embargo
Dos meses despuésEl aroma a café recién hecho impregnaba la oficina de Alison mientras hojeaba los últimos documentos relacionados con el casino. Dos meses de largas reuniones, noches sin dormir y complicaciones legales finalmente habían llegado a su fin. Con una sonrisa triunfal, cerró la carpeta y se permitió un momento de orgullo. Lo había logrado.No perdió tiempo en tomar su teléfono y llamar a Zane.—¿Estás en la firma? —preguntó, conteniendo la emoción en su voz.—Acabo de salir de una reunión. ¿Qué sucede? —respondió él, con ese tono cálido que siempre lograba calmarla.—¡He terminado! El caso del casino está cerrado. ¡Todo está resuelto!Hubo un silencio breve antes de que la voz de Zane se llenara de entusiasmo.—Ali, eso es increíble. Estoy tan orgulloso de ti —mencionó Zane y aunque Alison no podía verlo, podía imaginar la enorme sonrisa que estaba en sus labios.—Gracias, Zane. Esto no habría sido posible sin tu apoyo —dijo ella, pues muchas de esas noches sin dormir, Za
Una semana despuésEl sol comenzaba a ocultarse cuando Alison salió del taxi frente al hospital psiquiátrico. Su brazo aún dolía, envuelto en un cabestrillo para protegerlo, pero su embarazo de cinco semanas, la mantenía firme. No había dicho nada aún a Zane. Esta visita era algo que sentía que debía hacer sola.El hospital era un edificio frío, con paredes grises y ventanas protegidas con rejas. Alison respiró hondo antes de cruzar la puerta, su corazón latiendo con fuerza. Había movido cielo y tierra para obtener este permiso especial, utilizando cada contacto e influencia posible. No lo hacía por venganza, sino para cerrar un capítulo que había sido una pesadilla desde el día en que Ophelia apareció en su vida.Un guardia la escoltó por un pasillo largo y sombrío. El eco de sus pasos resonaba en las paredes.—La paciente está contenida, señorita —dijo el guardia—. No puede hacerle daño.—Eso no me preocupa —respondió Alison con calma.Cuando llegaron a la sala de visitas especial,
Zane estaba desesperado, dispuesto incluso a hacer un trato con Vincent con tal de localizar a Alison, sin importar nada. Le dio una buena suma de dinero a cambio de información. Entonces el hombre, le dijo que Ophelia le había pagado, a cambio de que sus hombres se llevaran a Alison.—Es todo lo que diré —dijo Vincent guardando el fajo de billetes. El hombre era astuto, y no diría más.El corazón de Zane latía desesperadamente, cada minuto se sentía abrumador, y su mente no dejaba de correr en círculos, imaginando lo peor.Pasó horas revisando cada posible lugar donde Ophelia pudiera haber llevado a Alison, pero cuando recordó aquella vieja cabaña en el bosque que ambos habían visitado en su juventud, todo encajó. Era un lugar aislado, apartado del mundo, perfecto para alguien que buscaba esconderse.—Está ahí, lo sé —dijo Zane con la voz ronca, más para sí mismo que para los hombres que lo rodeaban. De inmediato, todos abordaron diferentes vehículos y se dirigieron a esa cabaña.La t
Último capítulo