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—Está bien, al menos pude salir ileso —respondió.

—Te prepararé algo. ¿Tienes hambre?

—Muero de hambre —comentó con sinceridad. Había trabajado durante mucho tiempo fabricando esos químicos, y ahora por fin se sentía libre y en casa. Se sentó en un taburete y olfateó su propio cuerpo. Olía mal, estaba sudado y su cabello y barba estaban largos.

—Si quieres, puedes bañarte. Te asignaré una habitación para que estés cómodo —comentó María.

—Gracias, tía —murmuró apenado y bastante agradecido.

María le sirvió unos panqueques de dulce de leche. Sebastián los devoró, tenía mucha hambre y ella justo estaba preparando eso.

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