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Diez días muerta esperando que me recuerdes

Diez días muerta esperando que me recuerdesES

Cuento corto · Cuentos Cortos
Tini Vargas  Completo
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Resumen
Índice

Diez días después de que una avalancha me quitara la vida, mi marido, por fin, se acordó de que existía. Todo porque su primer amor tenía anemia aplásica y necesitaba desesperadamente mi médula ósea. Había vuelto a casa con los papeles de donación para que los firmara, solo para encontrar la casa vacía. Nadia se apoyó débilmente contra el pecho de mi esposo. —¿Crees que Vanesa me odia tanto que prefirió huir de casa antes que donarme su médula? —Tal vez deberíamos olvidarlo, creo que podía aguantar un poco más. Claudio la tranquilizó con cariño. —No voy a permitir que te pasé nada malo. Al fin y al cabo, solo necesita donar su médula ósea, no era como si fuera a morirse por eso. Sacó el celular y me escribió. [Donde quiera que estés, vuelve ahora mismo a firmar los papeles de donación]. [¡No seas tan egoísta! Nadia está gravemente enferma y, si no hacemos el trasplante de médula pronto, va a morir. Solo te estoy pidiendo que dones tu médula ósea, ¡no que entregues tu vida!] [¡Si sigues negándote a hacerlo, cancelaré el tratamiento médico de tu madre!] Ay, Claudio, yo ya estaba muerta desde el momento en que te marchaste de la pista de esquí con Nadia. La avalancha me había enterrado junto con el bebé que crecía en mi vientre. Y mi madre, tratando desesperadamente de rescatarme, también había perdido la vida atacada por lobos salvajes. ¿Cómo era posible que no supieras nada de eso?

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Capítulo 1

Capítulo 1

Diez días atrás, Claudio y yo habíamos hecho planes de ir a esquiar a la montaña San Lorenzo. Ya me había puesto todo el equipo de esquí y esperaba ansiosa por el instructor, sentada en el lobby, cuando, de pronto, Claudio apareció frente a mí acompañado de Nadia, su primer amor, tras lo cual me extendió unos documentos de donación.

—Vanesa, tú y Nadia salieron compatibles para el trasplante de médula ósea. En cuanto regresemos, programaremos la operación.

Nadia, con su cara mortalmente pálida, me tomó las manos, llena de gratitud.

—Vanesa, no sabes cuánto agradezco que estuvieses dispuesta a donarme tu médula ósea. Tanto Claudio como yo estaremos eternamente agradecidos contigo.

Liberé mis manos y miré a Claudio con incertidumbre.

—Claudio, estoy esperando un bebé, ¿podríamos posponer la donación?

Quería quitarme el equipo de esquí para buscar los resultados del embarazo, pero Nadia me miró con los ojos llenos de lágrimas.

—Vanesa, durante estos últimos meses Claudio había estado constantemente en el hospital conmigo, ¿cómo podrías estar embarazada? Entiendo que no me soportes, pero no puedes decir mentiras solo porque no quieres donarme tu médula.

Claudio, que había dudado un poco al escuchar sobre mi embarazo, después de las palabras de Nadia cambió completamente de expresión.

—Vanesa, deja ya esos trucos infantiles. Si no querías donar desde el principio, no debiste haber aceptado hacerte las pruebas. Ahora que salimos compatibles, ¿te niegas? ¿Acaso te parece divertido tomarme el pelo? ¿Y encima de todo dices que estás embarazada? Si yo nunca estaba en casa, ¿cómo diablos ibas a quedar embarazada? Si ibas a inventar cosas, al menos hubieras hecho algo creíble.

Nadia jaló la manga de Claudio.

—Ya déjalo, Claudio. Es comprensible que ella me odie tanto y que por eso no quiera ayudarme. Al fin y al cabo, fui yo quien apareció y le robé tu atención.

Mientras decía esto, salió corriendo hacia la salida, pero tan solo había dado un par de pasos cuando se desplomó sobre el piso helado.

Claudio, asustado, la levantó en brazos con ternura y me lanzó una mirada llena de ira.

—¡Mira lo que provocaste! Quítate ese equipo ahora mismo, nos vamos al hospital para que le dones tu médula ósea a Nadia.

Tras decir esto, sin voltear a mirarme, se alejó cargando a Nadia.

Parecía estar completamente seguro de que yo lo seguiría. Pero yo no había mentido, en verdad tenía tres meses de embarazo.

Lo que pasaba era que durante todo este tiempo él no había puesto un pie en casa, así que no había tenido la oportunidad de contárselo.

Cuando terminé de cambiarme y salí, me di cuenta de que él ya se había marchado con Nadia.

Me reí con tristeza mientras me ajustaba el abrigo, y, justo cuando pensaba bajar la montaña por mi cuenta, escuché a alguien gritando:

—¡Avalancha! ¡Corran todos!

Por desgracia, no logré ser más rápida que la avalancha. Quedé sepultada bajo toneladas de nieve y morí asfixiada, ya que el rescate nunca llegó.

Después de morir me convertí en un espíritu, atrapada junto a Claudio sin poder alejarme.

Ya habían transcurrido diez días desde mi muerte, durante los cuales no se había acordado de mí ni una sola vez, porque Nadia estaba en estado crítico y requería toda su atención.

—Claudio, ¿me voy a morir?

Frente a Nadia, que lucía extremadamente frágil, él le hizo una promesa.

—No te vas a morir. Voy a contactar a Vanesa ahora mismo.

Tomó su celular para llamarme, pero se dio cuenta de que estaba apagado.

El estado de Nadia era urgente, así que, desesperado, tomó un taxi para ir a casa.

Al abrir la puerta de entrada, la casa se veía exactamente igual que diez días atrás.

Las flores del comedor ya estaban marchitas, evidencia clara de que nadie había habitado en el lugar en mucho tiempo.

—¿Ella no está aquí? ¿Será que todavía no ha bajado de la montaña?

Nadia, que estaba hospitalizada, había insistido en acompañar a Claudio a nuestra casa porque quería darme las gracias en persona.

—Eso es imposible, ella había ido en su propio auto hasta allá. ¿Será que no quiere donarme su médula ósea? ¿Por eso se está escondiendo? Nunca pensé que me odiara tanto. Y que ni siquiera esté dispuesta a donarme su médula. Sabes, ¿y si mejor lo olvidamos? Ya me siento afortunada de poder verte una vez más antes de morir.

Apenas había terminado de hablar, cuando casi se desmaya.

Claudio la sujetó con sumo cuidado.

—Eso no va a pasar, ella nos dio su palabra.

Empezó a escribirme varios mensajes.

«Vanesa, no me importa dónde te estés escondiendo, regresa de inmediato a casa a firmar el consentimiento de donación».

«Solo se trata de donar tu médula ósea, no era como si fueras a perder la vida. ¿De qué exactamente has estado huyendo? ¿De verdad querías quedarte tan tranquila viendo cómo Nadia se moría?»

«¿En serio le guardas tanto rencor?»

Estuvieron esperando en casa durante horas, pero jamás recibieron una respuesta mía.

Furioso, pateó la puerta con tanta fuerza que el ruido se escuchó por toda la casa.

El espíritu de mi madre se refugió asustado entre mis brazos.

—Vanesa, ¿por qué Claudio está tan enojado?

Mi madre, en cuanto se había enterado de la noticia de la avalancha, corrió hacia la montaña, ignorando las advertencias del equipo de rescate porque quería subir a buscarme.

Pero, como acababa de salir de una operación, su cuerpo estaba muy débil y a mitad del ascenso ya no tenía más fuerzas.

Justo en ese momento, se encontró con un lobo salvaje, no tuvo energía para defenderse y terminó siendo atacada hasta la muerte por él, a apenas cien metros de donde yo había muerto.

—¿Será porque mi enfermedad les costó demasiado dinero? Ya no quiero seguir con el tratamiento, dile que no se enoje.

Acaricié su cabeza, sintiendo como si me estuvieran desgarrando el corazón, con la garganta tan cerrada que no podía pronunciar ni una palabra.

El escándalo alertó a nuestro vecino de al lado, quien salió despavorido de su casa, y al ver a Claudio, primero se sobresaltó; después le dio palmaditas en el hombro con compasión.

—¿Claudio? ¿Cuándo regresaste? ¿Terminaste de organizar el funeral de tu esposa? Te acompaño en tu dolor.

Él se enderezó y preguntó, asombrado.

—¿De qué diablos estabas hablando? ¿Cuál funeral?

El vecino suspiró.

—Entiendo que estés devastado y que no quieras aceptar la muerte de tu esposa. Pero esto ha sido una catástrofe natural, no había manera de evitarlo.

Claudio quedó paralizado por un instante.

Nadia tiró de su manga.

—¿Cómo puede ser tan cruel? Si no quería donar su médula, simplemente podría habérmelo dicho. ¿Por qué tenía que andar diciéndole a la gente que está muerta? Esto está muy mal.

Claudio reaccionó.

—Tienes razón, una mujer como ella no se rendiría tan fácil. Seguramente está fingiendo.

Dicho esto, se dirigió al vecino:

—Ya que aparentemente puedes comunicarte con ella, dile esto: si no se presenta en el hospital dentro de tres días, cancelaré de inmediato el tratamiento médico de su madre.

Viendo a Claudio entrar al elevador, el vecino murmuró, confundido.

—¿Pero acaso no murió su madre también junto a ella en la montaña? Escuché que Vanesa llevaba un bebé de tres meses en el vientre. ¡Qué tragedia tan terrible!

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