Ingresé a lahabitación ciento treinta y al percatarse Tristán de mi llegada solo, pudedarme cuenta de su cara de susto. Sonrío, cree que le hice algo, buenotécnicamente si se lo hice pero no la lastimé ¿verdad?
—¿Qué? – entrecerrólos ojos y yo rodé los míos —¡Por favor Tristán, no la maté! Tampoco la lastimé– le dije con toda la intención de que no me creyera.