NARRADOR OMNISCIENTE
Sebastián recorrió con la mirada el interior de la joyería. Era un espacio amplio, iluminado por una luz blanca y fría que hacía brillar los diamantes como estrellas atrapadas en vitrinas de cristal. El aire olía a perfume caro y cuero, y un suave murmullo de conversaciones apagadas flotaba en el ambiente. Sus ojos, atentos y serenos, escudriñaban cada pieza con una meticulosidad calculada. Frente a él, una joven dependienta de cabello rubio recogido en un moño perfecto se inclinó un poco, intentando llamar su atención, mostrando sus pechos, con una sonrisa radiante.
Pero de nada sirvió, ya que en su mente solo tenía a Debby, y en el gran paso que iba a dar, había soñado tantas veces con penetrar su cuerpo, que la polla se le ponía dura con solo imaginarlo.
—¿Hay algo en particular que esté buscando, señor? —dijo la chica, con voz aterciopelada buscando algún rastro de interés en la expresión de Sebastián.
Sin apenas mirarla, él negó con la cabeza, concentrándose