Ya hacía tres meses que trabajaba en el consultorio. Rafaela, siempre que podía, venía a conversar conmigo; nos hicimos amigas y empezamos a salir los fines de semana.
El doctor Tasio siempre tomaba café en la cocina y no volvió a ser grosero ni a decir nada que me dejara incómoda. En realidad, él