Cuando la parálisis del choque pasó, Catarina finalmente se dio cuenta de lo metida en problemas que estaba, aún más al ver a su padre corriendo detrás de Henri.
— ¡Ay, Dios mío… no puedo creer lo que está pasando! —exclamó, con la voz temblorosa, mientras el corazón le latía descompasado.
Con prisa