Me asusté con el mismísimo diablo.
Él aparecía de la nada, como si se teletransportaba con zapatillas de algodón, porque no se escuchaban sus pasos al llegar.
— Aurora, levántate de ahí. ¿Y ahora por qué lloras?
— No es nada, señor… solo estaba distraída.
Él me miraba como si esperara una brecha par