Asustada al ver al hombre frente a ella, Denise trató de recomponerse.
— ¿Y tú, además de andar armado, te escondes al acecho esperando a tu próxima víctima? — Nada mejor que ponerse a la defensiva para disimular el susto… y la vergüenza.
— No me dejaste explicar. No soy ningún maniático, soy abogado, y el arma es para defensa personal —se acercó, tratando de justificarse.
— Si te sirve de consuelo, mi carrera de ayer por la tarde también fue por defensa personal —explicó.
El hombre soltó una carcajada.
— ¿Siempre estás así de loquita? — se acercó un poco más, observándola de cerca. Estaba loco por verla de nuevo, pues la chica había ocupado sus pensamientos toda la noche, y cuando por fin se durmió, ella apareció en sus sueños. — Dios mío, qué cosa más hermosa eres. Y encima tienes un sentido del humor increíble.
Denise se sintió avergonzada. No esperaba un cumplido, así que decidió ignorarlo y seguir su camino.
— Ya que aclaramos el malentendido… me voy — dijo, caminando rápido y to