Início / Romance / Destinos Entrelazados / 🚪 Capítulo I: Un Comienzo Accidentado
🚪 Capítulo I: Un Comienzo Accidentado

 

—No puedo creer que mi amigo por fin siguió con su vida —La voz de Lucas, cargada de alivio y burla, me golpeó al bajar del coche.

Me ajusté la mochila, sintiendo el peso de los últimos dos años. —Exageras. Es el primer día de universidad.

—Sí, pero ya deberías llevar dos años de ventaja. Si no hubiera sido por el accidente...

Un escalofrío me recorrió. —No quiero hablar de eso.

Lucas suspiró, la sonrisa se le borró. —Entiendo, Mateo, pero nunca quieres hablarlo.

—Ya lo olvidé. —La mentira sonó hueca incluso para mí.

—Sé que no. Pero es bueno que te obligues a empezar de cero.

Cambié de tema para evitar el abismo. —¿Por qué te quejas de mi tiempo de estudios si solo llevas un año y sé que vas mal?

—Porque me tomé un año sabático para viajar. Además, son las chicas las que no me dejan estudiar.

Le di una palmada en el hombro. —Nos vemos después, Lucas. Voy a registrarme.

Tras registrarme, seguí las indicaciones hasta mi dormitorio. Al entrar, vi que una de las camas ya estaba ocupada. Sobre la mesita de noche, una pila de libros y unas fotografías: una pareja sonriendo. El rostro de la chica era... inusual. Un gesto rápido, y acomodé mis pertenencias en silencio.

Decidí buscar el gimnasio. Caminé hacia el área de la piscina. El campus estaba tranquilo, y solo una figura llamaba la atención.

La vi a lo lejos. Descalza, caminando peligrosamente por el borde, vestida con shorts y un suéter holgado, ambos negros. Su cabello era de un sorprendente color morado intenso.

No le di importancia, pero al levantar la vista, me encontré con sus ojos. Me miró fijamente. Dio un paso más, quizás un traspié, y cayó al agua con un leve chapuzón. Me di la vuelta, molesto por el drama. Conté hasta cinco pasos, pero algo me detuvo: el silencio.

Volteé. Ella no había salido. Se estaba ahogando, luchando de forma ineficaz.

Corrí y me lancé al agua. La alcancé rápidamente y la saqué, depositándola con suavidad en el borde de concreto. Su cabello oscuro y mojado cubría su rostro. Se lo aparté y comencé la reanimación cardiopulmonar.

Escuché pasos apresurados, pero mi mente estaba enfocada en el ciclo. A la tercera insuflación boca a boca, ella se levantó, tosiendo con violencia.

Se escucharon aplausos. Un paramédico se acercó, casi de la nada. Me embargó una extraña sensación: la había visto antes, pero el recuerdo era esquivo. La multitud, que se había congregado de repente, la observaba en shock.

Ella no dijo una palabra, sus ojos fijos en el vacío. Cuando se la llevaron en la camilla, intenté seguirlos, pero una mano cálida me detuvo.

—Tu primer día y ya eres un héroe —dijo una voz familiar.

Me giré y la vi: Selena, mi amiga de la infancia, sonriéndome. —Hola.

—Hiciste un buen trabajo.

—Haría lo que cualquiera. Debería acompañarla.

—No. Su novio ya viene en camino. Ahora ve a cambiarte de ropa. Vamos a comer algo.

Hice lo que me pidió. Más tarde, ya vestido, me senté con Selena en una cafetería cercana.

—¿Qué te gustaría comer? —Me preguntó con esa sonrisa que podía iluminar un día entero.

—Todavía no decido. ¿Qué tal tú?

—Una hamburguesa, papas fritas y refresco.

—Igual.

Mientras comíamos, Selena me observó. —¿Te gustó la hamburguesa? Aquí hacen las mejores. Tenía tanto tiempo sin verte.

—Está muy rica —le devolví la sonrisa—. Sí, me disculpo. Me enfoqué en algunas cosas primero.

—Entiendo. —Ella captó la señal y, agradecido, no insistió en el tema de mi reclusión.

Al caer la noche, esperando a Selena cerca del campus, el frío era cortante. Decidimos ir a un bar. La conversación era fácil y necesaria.

A lo lejos, cerca de la barra, la reconocí: la chica de la piscina. Estaba claramente ebria. Intenté ignorarla y concentrarme en Selena.

Cuando ya nos íbamos, me detuve. —Voy a buscar un taxi.

—Está bien, llamaré a Lucas.

—Tú espérame aquí. No conoces los alrededores.

Saqué mi móvil, pero un grito agudo me interrumpió. Un chico sujetaba a la chica morada del brazo con una furia desmedida. Fui hacia ellos. No soporto la violencia contra la mujer.

Al verme, el chico la soltó y se alejó con un bufido furioso.

—¿Estás bien? —le pregunté.

Ella se arregló el cabello desordenado y, para mi sorpresa, sonrió con picardía. —Vaya, esta es la segunda vez que me salvas.

—Al parecer, cada vez que te encuentro estás en problemas —respondí, intentando ocultar mi frustración.

—Normalmente estoy en problemas. Es una cosa que no puedo evitar.

—¿Cuál es la razón para que te embriagaras tanto?

—Ninguna en particular. Solo pensé que podría festejar que hoy me salvaste la vida. Y sí, me pasé de copas. A todo esto, ¿cuál es tu nombre?

—Mateo. ¿El tuyo?

—Me llamo Ángela. Un gusto en conocerte. —Estrechamos las manos.

En ese instante, Selena regresó. Iba a seguirla, pero Ángela se desvaneció. La cargué en mis brazos y la metí en el taxi.

 

De vuelta en el campus, el novio de Ángela, preocupado, esperaba en la puerta de la habitación.

Al verlo, mi mente hizo clic. El rostro del chico, la preocupación en sus ojos, la foto... Era el mismo chico de la mesita de noche de mi compañero de cuarto. Y ella, Ángela, era la chica inusual de la foto.

—Ángela, ¿qué sucedió? —preguntó al acercarse.

—Se pasó de tragos en un bar y un hombre la atacó —expliqué, la sensación de incomodidad creciendo—. Vi la situación y decidí ayudarla.

—Dámela, la llevaré a su habitación.

—Aquí la tienes. —Se la pasé, sintiendo un peso inexplicable en el pecho.

—Gracias por traerla de vuelta. Ya andaba preocupado.

—No fue nada. Llévala a que descanse.

Me retiré, dejando a la pareja en el pasillo. La ironía era brutal: el chico que vi en una foto de "felicidad" resultaba ser mi compañero de cuarto, y su novia, Ángela, era la chica a la que el destino me obligaba a salvar.

Esa noche, acostado en mi cama, sentí que la vida en esa universidad no sería tranquila.

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