Capítulo 2

Regina

     Me observé delante del espejo de cuerpo completo que adornaba una esquina de mi armario, el vestido rosa claro con pedrería discreta, se adhiere hasta mis caderas, un poco más debajo de ellas, tenía una caída bastante sexy hasta la duela oscura. El escote en V hasta la mitad de mi abdomen es lo más alucinante que he podido usar. Nunca fui de mostrar tanto, pero ahora era mi noche, mi cabello corto y rubio luce perfecto, mi cuello se ve más largo y el maquillaje le dio luz a mi rostro, el color de mis ojos verdes, resaltaron demasiado.

     El chófer me esperaba en la camioneta blindada, me había puesto un chal que me cubría la parte de arriba y no podía esperar a quitármelo en cuanto entrara a la fiesta. Nos perdimos dentro del tráfico de la ciudad de México.

     —Hemos llegado, señorita Montenegro.

     Se bajó Ezequiel, me entretuve viendo los flashes de todos los reporteros que esperaban en la entrada, este evento estaba en todos los periódicos de la ciudad y en el resto del país, la noticia de la nueva presidente era una gran noticia, esperaban que tropezara, pero se tendrán que sentar ya que eso jamás ocurriría. Era Regina Montenegro y estaba preparada para asumir mi puesto con la frente en alto.

     Ezequiel me abre la puerta y el ruido de los flashes aumentan cuándo gritan: ¡¡Es Regina Montenegro!! ¡¡Es la hija!!

     Bajé con todo el cuidado del mundo, levanté mi barbilla y puse una sonrisa ante todos, caminé por la alfombra que me llevaría al interior del edificio dónde esperaban los invitados. Se había anunciado que al final se podría dar entrevistas.

     — ¿Regina?—escuché una voz masculina y familiar, cuándo encontré de dónde provenía, me sorprendí.

     Es Adolfo Villanueva.

     El hijo del dueño de nuestra competencia. Alto, fornido, cabello negro, ojos color marrón, sonrisa demoledora, dientes perfectos y ese toque de su vestimenta que lo hace resaltar: Sus pajaritas de colores y extravagantes.

     — ¡Vaya! Estás aquí…—solté sorprendida y él sonrió.

     —No me perdería por nada del mundo tu nombramiento, como la nueva presidenta de Textileras Montenegro.

     —Oh, gracias.

     —Déjame decirte que he visto a Liam Foster acompañado de una dama de su brazo, quién me ha presumido el anillo de compromiso…me sorprende su visita y específicamente esta noche tan importante para ti…—se cruzó de brazos esperando ver alguna reacción de mi parte por su comentario. Liam y Adolfo fueron amigos años atrás, tengo entendido que hace ya tiempo que no tienen contacto, específicamente cuándo yo regresé de Estados Unidos.

     —Es obvia su presencia, la empresa de su familia es muy apegada a la nuestra, son los exportadores en Estados Unidos, además, ¿Te sorprende que esté comprometido?

     Adolfo levantó una ceja.

     —Podría cambiar esa imagen, pero cambiando a la mujer, podrías ser tú quien esté de su brazo, podrían ambas empresas fusionarlas y ser las más poderosas de México y Estados Unidos en lo que se refiere en textiles y exportaciones. Pero bueno, solo comento. ¿Tienes pareja para esta noche? ¿Quieres que sea tu acompañante?

     No lo había pensado, claramente todos tendrán su pareja menos yo. ¿En qué momento se te ha ido de la cabeza, Regina?

     —No tengo pareja, pero acepto tu oferta—le sonreí.

     Agarró mi mano y plantó un beso en el dorso, como todo un caballero.

     Sus ojos brillaron de una manera extraña luego lanzó una mirada más allá de mí.

     —Regina.

    Me volví hacia mi espalda, era Liam Foster en un traje de etiqueta. Se veía más alto, más rubio, su barba perfilada y perfecta. Sus ojos azules me miraron de una manera intensa que me incomodó. Adolfo, tiró sutilmente de mí y me rodeó por la cintura.

     — ¿Si? —dije al ver el movimiento de Adolfo, pude ver como Liam se tensó. Apretó su mandíbula y luego miró hacia Adolfo quien sonrió triunfante.

     —Mis padrinos me han mandado a buscarte, debes de estar en la mesa desde hace más de quince minutos.

     —Gracias. Voy en un momento…

     —Te voy a esperar para irnos juntos. —Arqueé una ceja.

     —No te preocupes por esperar, sé el camino, yo organicé las mesas y los lugares.

     —Te voy a…

     Su prometida llegó interrumpiéndolo y al mismo tiempo lo rodeó por la cintura posesivamente y sonrió hacia mí.

     — ¿Por qué tardas? —preguntó Rachel mientras me dio un repaso de pies a cabeza, luego sus ojos se abrieron como platos al ver a mi acompañante.

     —Rachel—advirtió Liam en un tono bajo y frío.

     —Regina, luces…bien—sonríe a medias mirando mi vestido, aunque no lo ha visto del todo. Eso me hizo sonreír de más, ella arrugó su entrecejo.

     —Igual tú. —Miré a Adolfo quién se guía mirando a Liam. — ¿Nos vamos a la mesa? —Adolfo bajó la mirada hacia mí.

     —Sí, claro, cariño…—intenté no mostrarme sorprendida a su “tono meloso” con el que me ha dicho “Cariño”. Giré mi rostro a la pareja que teníamos enfrente, le sonreí y tiré de la mano de Adolfo.

     Llegamos a la mesa de mis padres y de mis padrinos, para mi sorpresa había dos sillas más, entonces deduje que eran de Liam y de Rachel. Le hice señas a un mesero para que agregara otra silla para Adolfo. Mis padres y padrinos saludaron efusivamente a mi acompañante. Era el hijo de nuestra competencia, pero solo en negocios. Fuera de eso, somos amigos de años.

     Nos sentamos juntos, después de unos minutos llegó Liam y Rachel, estos no tenían buena cara, el vestido negro de Rachel lucía demasiado adherido a su cuerpo, se notaba lo delgada que era y los huesos de sus hombros resaltaban.

     Intenté ignorar todo el rato la mirada de Liam, era como si le molestara la presencia de Adolfo, a la mejor han terminado mal su amistad y lo último que quería ver esta noche era pillarlo como mi acompañante. Pero es algo que no me preocupa. Qué se centre en su prometida.

     Mi padre se adueñó del micrófono, cuenta unas cuantas anécdotas de la empresa y sus empleados, luego se escuchó mi nombre en una de ellas. Levanté la mirada, el resto de los invitados estaban mirando en mi dirección, Adolfo se levantó de su silla y, me ofreció su mano, ¿Qué me había perdido? Hasta el final de la cena era el anuncio. Miré a mi padre quién sonreía de oreja a oreja, pillándome sorprendida, me guiñó un ojo y entonces entendí.

     — ¿Hija, puedes subir? Quiero presumirte a todos…—sentí sonrojarme, estuve a punto de caminar hacia él, los aplausos comenzaron a inundar el lugar, me retiré el chal y pude escuchar varios jadeos de sorpresa.

     — ¡Vaya! —exclamó Adolfo mirando mi escote pronunciado. Le regalé una sonrisa, cuándo dejé el chal en la silla miré nuestra mesa, Rachel estaba estupefacta con mi parte delantera de mi vestido, mi madre sonreía orgullosa, al igual que mis padrinos, pero Liam…

     —Deberías de ponerte el chal—negué con una sonrisa de oreja a oreja.

     —Relájate, Foster. Recuerda, es mi noche—le guiñé el ojo divertida, luego me volví hacia Adolfo quien me contemplaba de una manera extraña, me ofreció su brazo.

     —No es necesario…—pero él no aceptaría una negativa, agarró mi mano y la enroscó a su brazo escoltándome hacia mi padre, con mi mano libre, levante un poco mi vestido para evitar tropezar al subir los escalones. Cuando llegué hasta mi padre, habló acerca de su única hija, heredera y qué tenía trabajando para la empresa desde que me había graduado con honores en Harvard, que, desde entonces, había empezado desde muy abajo y que hoy a diez años de trabajo arduo, de aprender minuciosamente cada departamento de Textileras Montenegro, ponía en mis manos todos sus sueños. El corazón se me encogió, el nudo se atravesó en medio de mi garganta evitando poder hablar. Al tener el micrófono en mis manos, todo el discurso que había estudiado cada día durante el último año…se había esfumado. La gente me miró, las palabras seguían sin poder acomodarse para salir de mi boca.

     —Lo siento, es el momento. —miré a mi padre con sus ojos verdes brillosos y muy cristalinos. —Gracias, padre. Gracias…

     Él se acercó y dejó un beso en mi frente. Es como si me hubiese dado ese pequeño empujón para poder abrirme ante todo el público.

     —Tu puedes, pequeña—susurró mi padre antes de retirarse a la mesa y dejarme delante de miles de personas en espera de que hable. Y entonces…me armé de valor y hablé por primera vez:

     —Buenas noches a todos, gracias por estar presentes en una noche muy especial, una noche que es muy importante para mí, después de diez años, puedo decir que me he ganado este lugar tan importante, que es Textileras Montenegro. Para mí es un honor…—miro hacia la mesa y vi a mi padre dejando un beso en la coronilla a mi madre, quien se limpió con el pañuelo las lágrimas de emoción. —…ser la presidenta. Una de mis metas más primordiales, es expandir Textileras Montenegro al mercado europeo y asiático. Tenemos muchos planes para llevar su nombre a lo más alto de lo que ya está hoy en la actualidad. Gracias a todos por ser parte de esta noche, dejo el micrófono con el encargado del evento…—todavía no termino cuándo se levanta la gente de sus lugares y aplauden, vitorean entusiasmados. La mayoría es parte del personal de la empresa, gerencia y proveedores muy importantes. El corazón me latió frenéticamente. Las lágrimas estuvieron a punto de caer, pero las evité.

     —Estuviste genial—sentí a Adolfo detrás de mí, puso sus manos en mis hombros desnudos, me retiré lentamente evitando que sintiera mi rechazo a su toque. Le sonreí ampliamente ignorando lo que acaba de hacer:

Cruzar mi línea.

     —Gracias, necesito ir a los servicios…—me ofreció su mano para ayudarme a bajar las escaleras, la acepté cuándo finalmente se escuchó la voz del encargado del evento.

     Crucé por unas mesas, sin antes de detenerme cuándo varios grupos de personas me detuvieron para recibir sus felicitaciones. Finalmente llego a los servicios de damas, unas mujeres ya iban de salida, cuándo giro a los cubículos pude ver a Rachel en el último lavamanos de granito oscuro. Intenté mostrar urgencia, pero ella fue rápida.

     —Vaya, felicidades, Regina por tu nuevo nombramiento—sonreí a medias, necesitaba entrar al cubículo y hacer pis.

     —Gracias—pero su mano bloqueó la puerta. Me detuve bruscamente, de un movimiento lento giré mi rostro hacia ella, quien me daba un repaso descarado, su mirada se posicionó en mi escote pronunciado.

     —Ahora me doy cuenta de cierta similitud entre las dos—arqueé una ceja intrigada. ¿Apenas se ha dado cuenta? Torcí mis labios ya empezando a irritarme.

     Di un manotazo a su mano para que me dejara entrar.

     —Vaya, apenas te has dado cuenta—y entré cerrando la puerta de un golpe. La ira había salido a la superficie, puede que sean los celos, no sé, quizás y…

     —Qué te diviertas, que Liam y yo lo haremos en el hotel, este evento está como qué…aburrido.

     Después de unos segundos se ha escuchado la puerta cerrarse.

     Intenté tranquilizarme, retirar todos los pensamientos que estaban inundado mi cabeza, los celos tontos, las imágenes de ellos dos teniendo sexo desenfrenado en una cama de hotel. ¡Por Dios santo! Me cubrí el rostro cuidando de no arruinar mi maquillaje.

     Terminé de hacer pis, me lavé las manos, me di un retoque en el gran espejo, miré cuidadosamente mi peinado. Levanté el largo de mi vestido y caminé a la salida, mi mano en el picaporte de acero tiré de el para salir, pero no pude. Arrugué mi entrecejo, tiré otra vez más pero no pude abrir, solté mi vestido y con ambas manos intenté abrir la puerta. Entonces me di cuenta de algo:

     —¡¡Maldita!!—Rachel había cerrado la puerta o bloqueado con algo. —Deja nomás que te vea, te vas a grabar mi nombre…

      Grité en varias ocasiones para que abrieran la puerta, pero no se escuchaba nadie cerca ni a lo lejos, mi oreja seguía contra la puerta para escuchar algo y poder gritar. Pero nada…

     Las lágrimas se desbordaron de la impotencia, ¿Cómo nadie se ha dado cuenta de mi ausencia? ¡Es mi noche! ¡Te odio, Rachel! ¡Te odio! Haz firmado tu sentencia, mujer.

     — ¡Auxilio! —grité de nuevo, mi garganta dolía como el mismo infierno, pensé que si seguía gritando podría lastimarme más. Dejé finalmente mi espalda contra la puerta y me deslicé hasta el suelo de azulejo frío. Me cubrí el rostro y lloré desconsoladamente.

     ¿Cuánto ha pasado? ¿Una hora? ¿Qué nadie nota mi ausencia? —Me las voy a cobrar Rachel, tenlo por seguro…— Murmuré para mí misma con ira.

     La puerta se intenta abrir, me levanté mi rostro de mis brazos cruzados.

     — ¡Ayuda! ¡Ayuda! —grité a toda prisa.

     — ¿Regina? —es Liam.

     — ¡Abre!—grité enojada y golpeando con la palma de mi mano.

     —Espera, ¡La he encontrado! Ve por el conserje, parece ser que tiene el seguro atascado—gritó a lo lejos. —Regina, ya viene el conserje.

     —Está bien, y más vale que mantengas lejos a Rachel antes de que la despeluque con mis propias manos.

     — ¿De qué hablas? Rachel no se ha levantado de su lugar—entonces hice ebullición.

     — ¡Ella me ha encerrado! ¡Ha estado aquí y fue la última en salir! ¡Más vale que no esté cerca por qué créeme que lo haré, Liam Foster y me vale un pepino que sea tu maldita prometida! —Liam no dijo nada después. La puerta se abrió y salí como un tornado, Liam estaba sorprendido. Apareció Adolfo, miré de Liam, pero Rachel no estaba a su lado. Le señalé con mi dedo índice.

     —Mantenla lejos de mí, Liam. Por qué juro que la voy…

     — ¿Regina? —la voz de mi madre me hace callar la mentada de madre que iba a anunciarle a Liam.

     —Madre—ella me mira y me acomoda el vestido.

     —Llevamos más de la hora buscándote, ¿Estás bien? ¿Has estado llorando? —sonreí a medias, no diría nada delante de los demás.

     —No, claro que no, madre. Vamos a la mesa…—tiré sutilmente de ella con una mano y con la otra agarré el largo de mi vestido, lancé una mirada de odio a Liam, luego Adolfo nos alcanzó, dejándolo solo frente a los servicios de damas.

     — ¿Estás bien, Regina? —preguntó discretamente Adolfo cuándo estamos sentados en la mesa. Liam y Rachel desaparecieron por arte de magia desde antes de que llegáramos a la mesa.

     —Más o menos, me duele la cabeza. —le di media sonrisa.

     La noche se me hizo eterna, mi dolor de cabeza aumentó poco a poco hasta no soportar más y decidí retirarme, no era aún media noche cuándo estaba cubriéndome con mi chal para salir del auto blindando para bajar frente a mí departamento. Bajé con cuidado de no tropezar con el largo de mi vestido, la noche era fría, parecía que fuese a llover en cualquier momento. Iba a entrar al edificio cuándo dijeron mi nombre. Detuve mi camino, cuándo miré a mi derecha, estaba Liam.

     Lo miré entrecerrando los ojos. Estaba cansada y mi dolor de cabeza aumentaba más. Seguía vestido de etiqueta, la pajarita colgaba de un lado a punto de caer al suelo, pero parecía que a Liam le importaba un pepino, ambas manos metidas dentro de sus bolsillos y caminaba para minimizar la distancia entre los dos.

     — ¿Me has traído a Rachel para despelucarla? —Liam sonrió. Se mordió el labio inferior y negó bajando la mirada.

     Al levantarla, nuestras miradas conectaron: —Lo siento mucho, siento mucho que Rachel hiciera eso.

     Bajé la mano del picaporte de la puerta de cristal del edificio, me cubrí con el chal aún más al sentir un frío recorrerme de pies a cabeza, tragué saliva incómoda.

     —Lo aceptó entonces. Dile que me ha arruinado mi noche…—le dije en un tono molesto. Liam formó con sus labios una línea.

     —Lo sé.

     —Bueno, entonces, buenas noches—me vuelvo para agarrar el picaporte de nuevo, pero Liam me detuvo. Su cercanía como siempre era una hoguera encendida permanente. Levanté mi mirada y quedamos prendados de ambos, sin decir nada. Sentí otra vez ese escalofrío recorrerme desde la espina dorsal hasta el último cabello.

     Su mano estaba sobre la mía en el picaporte de la puerta.

     —Necesitamos hablar—pidió en un tono suplicante.

     —No hay nada de qué hablar, Liam. Además, supongo que te han de esperar en el hotel, ¿No? —Liam se tensó.

     —No te quitaré mucho tiempo, lo prometo—negué, intentando quitar la mano de su agarre.

     —No hay nada de qué hablar, Liam. El pasado, quedó en el pasado y, eso se refiere a nosotros. Tú estás prometido, te vas a casar con otra persona, aunque no me cae la mujer, creo que, como cualquiera en su lugar, quisiera respeto. No es bien visto que vengas a esta hora a mi departamento.

     — ¿Si te dijera que me importa poco lo que los demás piensen? Primero que todo, antes de haber tenido una relación de tres meses, fuimos los mejores amigos por años, ¿No puedo pedir hablar con mi mejor amiga? —me quedé atónita a sus palabras.

     — ¿A una mejor amiga que hace como más de diez años la usaste para poder tener citas? ¿A esa mejor amiga te refieres? —Liam soltó el agarre y se pasó ambas manos por su cabello. Soltó el aire frustrado.

     — ¿Nunca me lo perdonarás? —fijó su mirada en la mía.

     —Lo peor del caso, es que ya te he perdonado. Todas las cosas que me hiciste, lo perdoné. No me preguntes como, pero lo hice. Quería avanzar, no quería quedarme estancada maldiciendo lo que pasó entre nosotros dos…—de un movimiento me agarró de mis mejillas, mis manos automáticamente se sostuvieron de sus antebrazos para no caer por el impulso.

     — ¿Maldiciendo? —sus manos estaban demasiado cálidas, por un momento añoré nuestro pasado, por la seguridad que me daba…

     —Suéltame—tiré de sus muñecas con fuerza, pero Liam era más fuerte que yo, me ganaba en fuerza y estatura, pero gracias a mis zapatillas de tacón alto, podría apenas llegarle a sus hombros rectos y corpulentos.

     —Sabes, he extrañado esos ojos verdes—dijo en un susurro, cerca de mi rostro, sentí una patada en el centro de mi estómago.

     —Se nota, tanto que tuviste que encontrar a alguien con el mismo color, estatura, ¿También te aguanta ese humor de perros que sueles tener? —sus labios se plantaron en los míos, no acepté el beso, Liam forzó a que lo aceptara, pero era más mi ira.

     —Liam—intenté llamar su atención cuándo separé mis labios de los suyos.

     Se separó de mí como si yo estuviera quemándolo. Se pasó las manos por su cabello rebelde y maldijo entre dientes. Se giró a mí, intentó acercarse, pero lo detuve con ambas manos entre los dos.

     —Lo siento, lo siento, no sé qué me ha pasado—intentó disculparse, negué en silencio limpiando mis labios con el dorso de mi mano.

     —Será la última vez que me beses, si es posible, tatúalo, tú tienes prometida, tienes una futura esposa, ¿Qué mierdas haces aquí? ¿Acaso esperas mi aprobación? ¿Es eso?

     Abrió sus ojos como platos.

     — ¿Qué? —preguntó sorprendido.

     Agarré el picaporte de la puerta principal. Solté un suspiro y con el nudo en mi estómago lo enfrenté.

     —Si es eso lo que necesitas…

     —No lo digas Regina.

     —Cásate.

     —Regina…—intentó acercarse, pero lo frené con mi mano.

     —Si ella es la indicada, hazlo. Cásate si es lo qué quieres y necesitas. Pero a mi…

     Levanta su mano para detenerme.

     — ¡No lo digas! —su tono es de súplica y cargada de dolor.

     —Olvídame.

     — ¿Es lo mejor para ti? ¿No? —arrugué mi entrecejo.

     — ¿Para mí? —dejé el picaporte y caminé la distancia que nos separaba hace unos momentos, con ambas manos lo golpeé en su pecho cargada de ira.

     —Regina…—intentó calmarme.

     Con las lágrimas empezando a caer por mis mejillas, lo golpeé con la fuerza que me quedaba.

     — ¡Es mejor para ti! ¡Siempre ha sido así, Liam! ¡Eres un maldito! ¡Siempre ha sido así! ¡Me enamoraste y me fallaste! ¡Eso eres! ¡Un maldito! ¡Cásate y déjame en paz! —intentó agarrar mis manos, pero lo esquivé, le di la espalda, abrí por fin la puerta de mi edificio y entré sin mirarlo, parecía una niña llorando por todo el lobby, di gracias dentro de mí de no tener espectadores, no sé qué me ha pasado, eso es lo que hace Liam de mí, saca una mujer explosiva, loca e histérica. Antes de llegar al elevador, las puertas se abren, corro un poco para evitar que se cierren, entré y cuándo se cerraron las puertas frente a mí, me dejé caer en el suelo, lloré abrazada a mi vestido que ahora estará todo mugroso, pero no me importó. El dolor que había ocultado en algún rincón de mi alma, ha salido después de diez años.

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