Destino
Destino
Por: maracaballero
Capítulo 1

Regina

     La radio sonó a todo volumen dentro de mi auto recién comprado, el tráfico de la ciudad de México era horrible, embotellamientos, gente desesperada golpeando su claxon. La canción de Pablo Alborán-Tu refugio la canté a todo pulmón cuándo comencé a esquivar los autos, no me importó lo enfurecidos que estaban, yo necesitaba llegar a tiempo a la empresa o mi padre tendría que reñirme otra vez por no ser puntual.

     Después de veinte minutos, casi a punto de chocar uno que otro auto, estaba entrando al parqueadero del edificio, el guardia inmediatamente con amabilidad me abrió la puerta y me sonrió.

    —Buenos días, señorita Montenegro, su padre ha llamado dos veces preguntando si usted había llegado.

     Me retiré los lentes de sol y maldije en mi interior.

     — ¿Qué le has dicho, Manuel? —pregunté a toda prisa mientras caminaba al elevador del fondo del lugar.

     —Le he informado lo que usted me ha dicho, qué había llegado, pero qué no sabía con exactitud en que parte del edificio se encontraba. Creo que ha llamado a seguridad para confirmarlo.

     ¡Mierda!

     Las puertas del elevador se abren y él –como siempre, amablemente- me da el pase para subir.

     —Gracias. —le hice un gesto con mi dedo índice—No me has visto, eh.

     Manuel sonrió y asintió. Las puertas se cerraron y presioné el último botón que me llevaría a presidencia.

     Recuerdo el ultimátum de mi padre, pero mi departamento no lo cambiaré por nada del mundo, sí, casi tardo una hora y media en llegar a la Textileras Montenegro, pero ese departamento tiene un valor sentimental, fue lo primero que compré cuando obtuve mi trabajo en este negocio, las horas que le invertí en decorarlo, en gastar parte de mi sueldo para poner piso, cortinas, los muebles…entre otras cosas que amo.

     Soy Regina Montenegro, en dos meses cumplo mis treinta años, soy hija única de Héctor y Clarisa Montenegro, a mi nada se me dio sin primero ganármelo a pulso, desde pequeña se me enseñó a ganarme por mi propia mano lo que tengo hasta hoy en día. Puede que de vez en cuando sea una berrinchuda, a veces se me pase mi mano dura con las personas que lo necesitan, pero al final del día, soy una mujer trabajadora que sigue forjándose un lugar en esta empresa, ¿Crees que por el hecho de ser la heredera de Textileras Montenegro ya puedo sentarme en la silla de presidencia? No, no, no. Para llegar a ese lugar, tengo que trabajar arduamente y cumplir metas.

     Y ha llegado ese día. Mi nombramiento como la nueva presidenta de Textileras Montenegro.

     Las puertas de presidencia se abrieron ante mí, la fila de empleados que trabajaban en el piso estaba aplaudiéndome mientras caminaba a la oficina principal de este edificio. El corazón me latió frenéticamente, yo solo podía sonreír de la emoción de ver por fin el fruto de todo lo que trabajado para ganar el puesto durante diez años. Sí, ¡Diez años!

     — ¡Felicidades, señorita Montenegro! —la secretaria de mi padre me dio un fuerte abrazo, estuve a punto de llorar pero negué rápido. Ella acarició mi mejilla y me alentó a entrar.

     Entré sin antes tocar la puerta, la voz de mi padre del otro lado me dio la autorización de hacerlo.

     Tenía puesto un nuevo conjunto ejecutivo en color gris oscuro, sencillo y elegante, no era muy fanática de las grandes marcas, pero para el trabajo lo mejor, ya en casa, lo más sencillo.

     Me había cortado mi largo cabello castaño y lo dejé por encima de los hombros, lo he pintado a rubio, adiós a mi larga cabellera. Caminé a paso lento y seguro hasta quedar frente al gran escritorio de roble que perteneció por generaciones a los hijos Montenegro. Intenté controlarme y sonar tranquila. El respaldo de la silla de mi padre estaba hacia mí, él miraba hacia el gran ventanal y el paisaje de edificios vecinos.

     —Sé que me vas a reñir por mi impuntualidad. Pero recuerda la distancia que tengo que cruzar, la ciudad de México tiene el peor tráfico…—detengo lo que digo cuando la silla de cuero se gira hacia mí.

     —Necesitas vender ese departamento tuyo, Regina. Como la nueva presidenta de Textileras Montenegro no puedes darte el lujo de estar llegando siempre tarde.

     Negué pronosticando lo que venía a continuación.

     —Y sabes que no pienso vender ese departamento, ¿Por qué siempre tenemos que discutir por ello, padre? —me hizo una seña de que tome asiento en la silla que está a mi lado, lo hago, crucé mi pierna sobre la otra y me recargué en el respaldo de la silla. Torció los labios en desaprobación.

     —Como presidenta, tienes que dar el ejemplo, Regina.

     Cerré los ojos por unos breves momentos y al abrirlos solté un suspiro cargado de frustración.

     —Está bien. Saldré de casa antes de lo normal. ¿Está bien? —mi padre asintió.

     — ¿Tienes todo organizado para el evento de esta noche? No quiero nada que esté fuera de lugar…—afirmé con un movimiento de barbilla. Todo estaba perfecto y listo para esta noche. Esta noche ante todos los empresarios y extranjeros invitados me presentarían como la nueva presidente de Textileras Montenegro.

     — ¿Y mamá llegará a tiempo? —pregunté cuándo se entretuvo hojeando unos documentos. Mi madre había viajado a Miami a visitar a mis padrinos que radicaban ahí desde hace diez años.

    —Si. Viene acompañada de tus padrinos, de Liam y… su prometida. —el me miró en espera de ver una reacción a su última palabra. Abrí los ojos como platos al escuchar lo de Liam.

     — ¿Comprometido ese mujeriego? ¡Uy! La que le ha tocado a la pobre mujer…—mi padre me miró en desaprobación.

     —Regina…—advirtió.

     —Seamos sinceros, padre, ese hombre dudaba mucho que pensara en matrimonio siquiera, es un mujeriego, un playboy y un…

     —Regina…—puse los ojos en blanco y me crucé de brazos.

     —Lo sé.

     — ¿Recuerdas que desde pequeños se criaron juntos? ¿Recuerdas esa amistad? Si hubieras prestado más atención a él, la prometida… serías tú—solté una risa irónica. ¿Comprometida con ese don Juan? ¡Ja! Yo creo en un matrimonio de amor no por tapar… ¡Oh, mi Dios! — ¿La ha dejado embarazada y mis padrinos lo están obligando?

     Mi padre negó divertido cuándo se levantó de su lugar, me hizo señas que le siguiera a la sala que se encuentra del otro lado de la oficina. Me senté a su lado y, cuando se acomodó, me agarró la mano.

     —Eres mi única hija, sabes que tu madre nunca pudo tener más hijos debido a su corazón. —asentí curiosa a donde se estaba desviando. —Liam es como un hijo para mí, aunque no lo es de sangre, para sus padres tú eres esa hija que no pudieron tener, así que cuándo hables de Liam, hazlo educadamente.

     —No puedo creer que me digas eso, pero bueno…

     —Dime, ¿Ya tienes tu vestido? ¿Quién te va a arreglar ese nuevo estilo? En primera, ¿Por qué has cortado tu hermosa melena castaña? ¿Y por qué rubio? —las preguntas con las que me ataca me hacen sentir una adolescente.

     —Un nuevo cambio por un nuevo comienzo como la presidenta de la empresa—mi padre sonrió.

     —Es impresionante el trabajo que has hecho durante estos diez años.

     —Todo gracias a ti, sé que querías que me aprendiera desde abajo cada función de la empresa, sé que…—el nudo se extendió por mi garganta evitando que siguiera hablando. Él suavizó su mirada, levantó una mano y acarició mi mejilla.

     —Debió ser duro para ti, no disfrutaste tus veintes por estar trabajando duro en la empresa, sé que tenías que estar haciendo amigas, saliendo a bares, teniendo novios, pero he aquí el fruto de estos diez años, mi niña ya cumplirá treinta años, siempre independiente desde pequeña, siempre luchando para alcanzar sus metas propuestas, tu madre y yo estamos muy pero muy orgullosos…—me cubrí el rostro y luego solté la chillona de mi vida. Siempre me motivaba escucharlo, pero el escuchar estás palabras, me llenaron de felicidad, es como haber llegado finalmente al listón final de un maratón, siendo la única ganadora.

     Tiró de mí y, me abrazó. Así me estuve por un momento hasta tranquilizarme. Él me acarició la espalda de arriba hacia abajo para intentar calmarme. No era de llorar de esta manera, pero el saber que por fin había llegado a una de mis metas, me emocionó.

     Me separé de él, le di un beso en su frente y me levanté intentando alisar mi pantalón de vestir, ajusté mi blusa de seda blanca y lo miré.

     — ¿Quieres ir por tu madre y los demás al aeropuerto? —me limpié las mejillas con ambas manos, negué en silencio.

    —Me quedaré a revisar los últimos detalles, sabes que no quiero que salgan cosas de última hora. Además, tengo que irme en la tarde un poco más temprano de lo normal, la maquillista me verá en mi departamento. ¿Está listo tu traje? —él cruzó la pierna y afirmó.

     —Claro. Tu mamá se ha encargado de todo, solo espero que ya llegue, me hace falta, mucha falta.

     — ¡Uy sí! ¡El señor Montenegro no puede estar separado de su amada esposa! —reímos juntos.

     —Una semana es eterno, espera a que encuentres al amor de tu vida, tengas un matrimonio y desaparezca una semana.

      Suspiré.

     Me senté de nuevo a su lado, puse mis manos en mi regazo.

     — ¿Crees que hay alguien para mí? —él sonrió nostálgico.

     —Más le vale que aparezca antes de que yo pase a mejor vida, tengo que leerle la cartilla, unos cuantos sermones y…

     —Si es así, lo vas a espantar—reí.

     —Es en serio, hija. Quiero a un hombre a tu lado, el que tenía en mente, ya no puede ser.

     Arrugué mi entrecejo. ¿Qué?

     — ¿Tenías a alguien en mente? —él asintió dejándose recargar en el respaldo del sillón. Miró hacia la ventana y soltó un suspiro.

     —Sí, sé qué hubiesen hecho una bonita pareja, nuestros legados hubiesen quedado entre las dos familias…

     Lo interrumpí levantándome de mi lugar.

     —Dime que no estás pensando en Foster…—lo encaré sorprendida.

     —Crees demasiado lo que dicen las revistas—puse los ojos en blanco y comencé a caminar por la sala.

     —En primera…—lo miré—…es un ególatra. Es un presumido, un playboy, un mujeriego, estoy sorprendida por el hecho que este comprometido…

     —Hemos llegado—se escuchó es una voz cuando la puerta se ha abierto sin tocar antes, mi madre entró con una sonrisa de oreja a oreja, yo caminé hasta ella para darle un fuerte abrazo, lucía demasiado radiante y está hermosa.

     — ¡Madre! —nos abrazamos fuerte.

     — ¿Cómo está mi nueva presidenta? —nos separamos del abrazo.

     —Feliz—le sonreí. Miré hacia atrás y no había nadie más. — ¿No venías con mis padrinos? —mi madre torció sus labios, agarró mi mano y me llevó hasta donde está sentado mi padre, al soltarme besa y abraza a su esposo adorado, se murmuraron algo y rieron.

     —Iban a venir para saludarlos antes, pero la pro…—mi madre calló. Miró a mi padre y el asintió en silencio. —Oh, hija…

     — ¿Pero qué pasa? Sé que Liam está comprometido, lo sorprendente es con quién se va a casar…—solté una risa irónica. Mi madre negó y puso los ojos en blanco.

     —La prometida es un demonio, no sé cómo puede pensar siquiera en casarse con ella—miró a mi padre—…es hija de los Arquette, ¿Recuerdas? Los que estaban con nosotros en la facultad de administración, que sus padres fueron noticia por ser unos psicópatas. —Mi padre abrió sus ojos sorprendido.

     —Oh, Dios mío, ¿Saben ellos? —mi madre afirmó con un movimiento de barbilla.

     —Pero parece ser…—mi madre me miró—…que realmente están enamorados. La chica tiene el cabello castaño, ojos verdes…—no me gustó el tono que usó.

     Mi padre me miró arqueando una ceja.

     — ¿Qué? Hay muchas chicas así en la actualidad…—me removí incomoda en mi lugar.

     —Sí, no me digas, todas se parecen a ti, tu madrina insiste que puede que Liam esté buscando a alguien que amó muchos años atrás…—ella levantó las cejas de arriba hacia abajo. Sé a lo que se refiere, que Liam siempre estuvo enamorado de mí, que sufrió mucho cuando regresé de Estados Unidos para empezar a trabajar en la empresa de mi familia aquí en México. Para empezar, Liam es un mujeriego, es un playboy y un infiel, me tocó ver como en la escuela ligaba y dejaba chicas llorando por todo el lugar y cuando las engañaba, muchas insistían en ser mis amigas solo para estar cerca de él. La verdad, somos como el agua y el aceite. Nunca congeniamos, siempre discutíamos por todo, hasta que decidí regresar a México y centrarme en mi herencia.

     — ¿Por qué insisten en que Liam y yo…? —no terminé de hablar cuándo mi móvil sonó.

     —Ve y contesta, robaré a tu padre para ir a desayunar… ¿Quieres venir? —preguntó mi madre cuándo me levanté de mi lugar.

     —Sí, claro. Voy a contestar, es la maquillista…—Salí de la oficina y contesté la llamada. Estaba a unos cuantos metros del escritorio de la secretaria de presidencia -no estaba ella-así que me senté en la silla, la maquillista hablaba acerca de llegar más tarde a mi departamento.

     En cuanto terminé la llamada, apareció un hombre alto, rubio, llevaba barba, fornido y cuándo me miró, arrugó su entrecejo.

     — ¿Regina? —su voz era ronca y los vellos de mi nuca se erizaron.

     — ¿Sí? —pregunté intrigada al desconocido.

     — ¿Sabes quién soy? —negué lentamente.

     Se cruzó de brazos y podía ver que hacía demasiado ejercicio.

      — ¿Nos conocemos? —pregunté más curiosa. Estuvo a punto de contestarme cuando una mujer de cabello castaño y ojos grandes, le interrumpió.

     —Liam, mi amor, ¿Dónde tendrán los servicios? —el nombre de Liam retumba en algún lugar lejano dentro de mi cabeza, volviéndose un tipo de eco: “Liam, Liam, Liam” ¡No pues, con tanto musculo nunca lo iba a reconocer! Me levanté y me crucé de brazos enfrentándolo.

     —Por el pasillo del elevador al final, mano derecha—le respondí a la mujer que se instaló casi frente a él dándome la espalda. Se giró, me miró de pies a cabeza y arqueó una ceja.

     —Gracias…empleada—Liam está a punto de corregirle pero yo soy más rápido.

     —De nada mujer desconocida, bueno ya viéndote con Liam, supongo que eres la famosa prometida de él—Liam abrió sus ojos más al escuchar mis palabras, la mujer se giró completamente a mí, se cruzó de brazos sobre su pecho y me enfrentó.

     — ¿De dónde conoces a mi Liam? —sonreí, rodeé el escritorio y me detuve delante de ella, le ofrecí mi mano en saludo.

     —Soy Regina Montenegro, la presidenta de esta empresa, una…—detuve mis palabras buscando las palabras más sencillas para la mujer—…amiga de la infancia de tu prometido Liam. —Miró mi mano en el aire y arqueó una ceja, la retiro—Él corría desnudo por mi jardín mientras agitaba en lo alto su pañal. Podrás imaginarte que lo conozco de casi toda la vida—me ladeé un poco para mirar a Liam detrás de la mujer—… ¿No es así, Liam?

     —Estás en lo correcto, Regina. Cariño, ella es Regina.

     —Ya la escuché, no estoy sorda—su mirada es fría.

     Por ningún momento dejé su mirada desafiante, es como si quisiera marcar territorio.

     — ¿Están aquí? ¡Vaya! Pensé que se habían quedado en el hotel—la voz de mi madre interrumpió el momento.

     —Quería mostrarle a Rachel, la empresa y que conociera al resto de la familia—Liam me miró detenidamente, entrecerré mis ojos. ¿En qué momento creció tanto y se llenó de músculos? Además de ello, su voz se volvió más ronca y más varonil…esa barba… Calma, Regina. Recuerda, “Agua y aceite” Recuerda “Prometida”, me giré hacia mi madre.

     —Tengo que hacer unos pendientes antes de irme, otro día los acompaño a desayunar—le dije a mi madre, luego salió mi padre y se hicieron las presentaciones, no quise quedarme más tiempo, pero juro por Dios que sentí la mirada de Liam antes de marcharme. Me retiré del lugar sin decir más. ¿Para qué tiene que traer a la prometida? ¡Esa mujer! ¿No tiene modales cuándo le extienden la mano en presentación? La manera en que me miró, en primera, ¿Por qué me ha mirado así?

     Entré a mi oficina antigua que estaba en el piso de abajo, trabajaba en el área de administración, cerré la puerta de un portazo, me había irritado y no entendí por qué.

     La puerta se abrió y cuando levanté la mirada me sorprende ver a Liam bajo el marco y con su mano en el picaporte.

     — ¿No sabes tocar la puerta? Por Dios, no me digas que tú también olvidaste modales…—murmuré en voz baja.

     —Disculpa, no era mi intención. ¿Estás bien? —me dirigí a mi escritorio. Cuando escuché su pregunta, me volví hacia él.

     Arrugué mi entrecejo.

     — ¿Por qué preguntas? —finalmente tomé lugar en mi silla de cuero color hueso. Levanté la pantalla de mi portátil y centré mi atención en la información de un correo, Liam cerró la puerta detrás de él.

     —He notado, no solo yo, qué estás como… Molesta. —retiré la mirada de la pantalla y lo enfrenté.

    — ¿Tengo que estarlo? —ladeé mi rostro y lo miré. —No tengo por qué estarlo, Liam, hace diez años que no nos hemos visto, incluso hablado por teléfono o por redes sociales, sé que cuando regresé a México hace años, no terminamos bien…

     — ¿Terminamos bien? ¡Te fuiste sin despedirte! —levantó la voz y me sorprendió notar como si le doliera que lo hubiese hecho de esa manera.

     — ¡Tenía responsabilidades! Sabías perfectamente mis planes a futuro, además, el día que me fui, llegué a tu departamento, una mujer en paños menores me informó que estabas demasiado ocupado para atenderme. ¿Qué hice? Pues me fui, no podía seguir atrasando mi destino…—el caminó hasta quedar frente a mi escritorio de cristal. Posó ambas manos sobre la superficie del cristal, no me retiré, al contrario lo enfrenté y le sostuve la mirada.

     —Creí que tu destino, era yo. —abrí los ojos y solté una risa sarcástica.

     — ¡Vaya! ¿Tú, mi destino? ¿Qué te has fumado algo? ¿Te drogas, ahora? —soltó un manotazo en el escritorio, me hizo que me encogiera por un momento de hombros, abrí los ojos aún más y la ira salió a la superficie, retiré la silla de un movimiento y puse mis manos de la misma manera sobre mi escritorio y lo miré detenidamente. Sus ojos azules me escudriñan, las aletas de su nariz se abrieron y se cerraron rápido. —No me vengas con cursilerías, ¿Crees que mi destino eras tú? Liam, madura. Creo que tú y las cincuenta y siete mujeres que metiste a tu cama mientras estuve a tu lado, no entraban en mis planes. —Hice un mohín—Creo que compartir no está en mi naturaleza.

     —Estás equivocada, nunca…—puse los ojos en blanco y me retiré, caminé por la oficina lejos de él, llegué a la puerta y la abrí.

     —Nunca me equivoco, Liam Foster, para tu mala suerte, tengo un cerebro y lo uso. Puedo perdonar cosas, más no olvidarlas, tuviste una oportunidad…no la aprovechaste. —le hice señas de que se retirara de mi oficina. Él se reincorporó y se giró hacia mí, destensando su cuello.

     —No has escuchado mi versión—sonreí irónica.

     —Tuviste muchos años, incluso creí que me buscarías, pero las revistas lo dijeron todo por ti. —Puse una mano en mi cintura y ladeé mi rostro como si estuviese recordando algo—Como la mujer que te llevaste a Fiji, la otra a Grecia, la pelirroja que desfiló para Victoria Secret´s, la morena con la que esquiaste el año pasado en Aspen, ¿La argentina? Bárbara… entre otras más, luego llegas a México con… ¿Una prometida? ¡Vaya! Debe de tener algo la mujer como para que decidieras amarrarte a un compromiso, dado que en tu naturaleza no es respetar a la mujer que tienes a tu lado.

     — ¡Teníamos casi veinte años! Éramos jóvenes, no miento que tenía las hormonas alborotadas, pero jamás te falté y jamás te fui infiel en esos tres meses que tú y yo…

     —Liam, márchate.

     — ¡No! Tienes que escucharme, yo…—caminó hasta mí, iba a agarrarme de mis brazos pero los tacones golpeando el azulejo a lo lejos hicieron que se detuviera. Se pasó ambas manos por su rostro, estaba frustrado y ansioso. Levanté mi barbilla hacia él con firmeza.

     —Más vale que nuestras familias sigan pensando que entre los dos…nunca hubo NADA, que somos como el agua y el aceite. Si de verdad te enamoraste hasta llegar a formar un compromiso, respétalo y respétame alejándote de mí.

     Por unos breves segundos nos miramos a los ojos, azul y verde desafiándose, queriendo gritar todo lo que ambos guardábamos dentro de nosotros, ¿Pero qué ganaba en esto? Liam Foster, estaba comprometido y lo que dijera, nada cambiaría nuestra situación.

     —Aquí estás. Tu madrina iba a venir pero le dije que yo misma vendría por mi…prometido—la última palabra la remarcó mirándome fijamente. Le sonreí y le hice señas a Liam que saliera de la oficina, sin mirarme, salió y agarró de la mano a su prometida dirigiéndose al elevador. Entraron discutiendo por lo bajo, las puertas se cerraron llevándose una parte de mi pasado, un pasado que solo sería mío y de nadie más.

     —Adiós, Liam Foster.

     Mi mano se fue a mi pecho, pensando que así podría calmar el rápido aleteo de mi corazón.

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