Rosario apoyaba su cabeza en la ventanilla del camión de Alberto. Su mirada, se perdía en el horizonte. Sus ojos tristes imaginaban, entre medio del costado de esa ruta interminable, a sus hijos correr « Los amo mucho, donde quieran que estén» En su mente, los recordaba, aunque de una forma diferente a la que quizás habían crecido. « Barbarita debe tener el pelo tan largo, ojalá que limpio, no como la tuve atendidita yo, casi toda su vida. ¡Ay! Ojalá el negrito y Cachi estén bien unidos, como familia. Se van a peliá, pero ellos se quieren» Se respondía continuamente.
En cada tramo, en cada pueblo, en cada carga y descarga que realizaba junto a Alberto, pensaba en todo lo que tuvo y en todo lo que perdió. Su alma lloraba, su corazón se partía. Las grandes distancias la acorralaban y le demostraban que si antes se sentía débil e incap