Capítulo 98.
Davina llega corriendo al mismo tiempo que abre la puerta de la oficina de Alfa Randolf sin avisar, con la respiración agitada llena de jadeos.
Él levanta la mirada para encontrarse con el rostro desfigurado e inflamado de la pequeña y débil Davina.
— ¿Qué te pasó?— cuestiona Randolf más curioso e intrigado que preocupado.
— Es que,… es que… es que Alfa, por favor, defiéndeme… — Comienza a tartamudear Davina en un ataque de impotencia— Ella… ¡ella tiene la culpa!— grita de manera contundente Davina, sin saber que estaba cavando el propio pozo en el que sería enterrada.
— ¿De qué hablas?— cuestiona Randolf al mismo tiempo que se levanta de la silla, comenzando a observar lo demás de Davina no solo su rostro.
La ropa de la fae estaba desgarrada, su vestido tenía un tirante roto y las costuras llenas de jalones.
— La luna… la luna me ha atacado, exijo justicia, soy la madre de Lunala.
Randolf levanta una ceja sorprendido.
¿La cachorra tenía nombre? No, imposible, no se había acordado