Capítulo 39.
En ese punto Alena siente como su cuerpo es girado en dirección del escritorio quedando completamente de espaldas a él.
Quería montarla, quería montarla como un macho salvaje suele hacer a una hembra.
Los empujes comenzaron y ella estaba tan deseosa, agotada y al mismo tiempo complacida que no sabía qué decir.
Se agarra al marco de la puerta al mismo tiempo que sus pechos se bambolean completamente desnudos y siente una especie de escalofríos ante la necesidad de ser consolados.
Sus pezones están duros, firmes y sobre todo necesitados.
— Vamos pequeña, vamos regálame otro maravilloso orgasmo de esos que me fascina oler— declara Alfa Randolf y ella levanta la cabeza curvando la espalda lo suficiente para que él sienta la necesidad de agacharse y tomar con ambas manos sus pechos llenando por completo sus palmas.
— Eres maravillosa Alena, deliciosa y completamente...— Él comienza a rugir en medio del placer.
Lo estaba envolviendo por completo y no estaba dispuesto a ceder ante nada.
Los